“Podemos me ha devuelto las ganas de volver a votar… al PSOE. Quiero votar a un partido coherente con programa de propuestas sólidas, no un catálogo de Ikea”. Un joven investigador español en Berlín, Fabio Revuelta, responde a “Esperanza”, una ficticia mujer, supuestamente emigrada de España, que Pablo Iglesias utiliza en sus discursos. Doy por sentado que ambas intervenciones son fruto de argucias electorales, pero visualizan los perfiles de cada uno.

Los socialistas utilizan un caso real, un testimonio con cara y ojos. Lo mismo hubiera podido hacer Podemos, pero han preferido inventar un personaje en su laboratorio político: saben que les resulta más fácil y es eficaz en extremo: la gente se lo traga sin pestañear, lo aplaude en los mítines y son resultones en las redes sociales. Esperanza, ¡qué gran nombre!

No es un episodio aislado sino un ejemplo del Nuevo Populismo, un arma tremendamente eficaz que seduce a la parte más indignada y ofuscada del electorado. Lo previó Stephen Hessel, uno de los estudios del 15-M, al que dedicó su obra “¡Indignaos!”: Es más fácil aquilatar el descontento de quienes sufren que ofrecerles soluciones útiles y reales.

El joven Fabio Revuelta y el robot político “Esperanza” mantienen un duro pulso que se dirimirá en los próximos días; lo peligroso es que debe hacerlo un electorado tocado en gran parte por la crisis, que acude a las urnas con un cuchillo entre los dientes sin caer que el PP se frota las manos porque se imagina, al fin, que alguien le va a quitar al PSOE de encima, que es su pesadilla.