¿Se habrá removido en su tumba Jörg Haider, alma del FPÖ (“Partido de la Libertad de Austria”) por lo sucedido en la elección presidencial del país el domingo? : Norbert Hofer, el candidato de la formación, descrita a menudo como pro-nazi, fue el más votado en la elección presidencial con un 35,3 por ciento de los votos y solo una alianza de todos sus adversarios podrá impedir que alcance la presidencia el próximo 22 de mayo.

Segundo fue un candidato ecologista y tercera una magistrada independiente. La sorpresa ha sido solo relativa porque si bien las encuestas no cuantificaron con precisión lo sucedido, el auge del populismo ultranacionalista, agravado en los últimos meses por la incertidumbre económica y el flujo de refugiados del Este, predijo el auge del FPÖ, pero no tal descalabro de las formaciones tradicionales, percibidas como inoperantes y blandas frente a la “invasión” extranjera.

Haider, el hombre fuerte de una Corintia que ha dejado de ser la anomalía ultra de la modélica democracia austriaca, murió en 2008 en un accidente de automóvil. El conducía borracho tras festejar uno de sus muchos éxitos y aunque ya no era líder del FPÖ, del que salió por discrepancias internas, era percibido como el primer líder de peso en el continente – solo comparable al fenómeno Le Pen en Francia – en lo que de populismo de derecha ultra está camino de ser, directamente, un neonazismo apenas disimulado.

Un escenario del todo distinto

Durante largos años, Austria fue una de las democracias sólidas del continente: liquidada su absorción por la Alemania nazi de 1938 (con la entusiasta cooperación de los austriacos, dicho sea de paso) convertida en una apacible democracia liberal y uno de los reinos de la socialdemocracia europea. Sin embargo, el viejo fermento nunca desapareció y con Anton Reinthaller, un ex-miembro activo de las “SS” hitlerianas, apareció legalmente el FPÖ.

El fue el ejemplo de Haider y el dinamismo post-moderno de éste la clave del éxito, lento, pero sostenido, aunque lejos de la mayoría necesaria para formar gobierno y boicoteado (y en ocasiones torpemente halagado por necesidades coyunturales en el parlamento) por los dos grandes partidos cancerberos de la democracia, cristiano-demócratas y social-demócratas.

Todo ese escenario es el que se ha evaporado incluso en el registro plástico en la elección presidencial del domingo en Austria: ninguno de los contendientes con posibilidades era ni socialdemócrata ni católico: además del descrito ganador, anotamos a un acreditado militante de Los Verdes, Alexander Van der Bellen y a una jurista que concurrió como independiente, la ex-presidenta del Tribunal Supremo, Irmgard Griss.

El inmediato porvenir

Si el lector está pensando en Alemania, el tradicional espejo de Austria, atinará en lo relativo a la aparición de partidos regionales ultras y crudamente anti-refugiados y xenófobos de hecho, pero en la RFA todavía no hay un escenario de ruptura del sólido statu quo creado tras el fin de la II Guerra Mundial en 1945…. que en cambio se apunta claramente en Austria: el FPÖ, bajo la presidencia del hombre que echó a Haider, Heinz-Christian Strache, ya está hoy en cabeza de las intenciones de voto para las elecciones generales previstas para 2018. 

Entre las dos formaciones de referencia han reunido apenas el 22 por ciento de los votos. Es de suponer que el sentido común de los votantes socialistas y democristianos sumados a gran parte de los de la jueza Griss y las admoniciones de la UE, que no vacilará – según ha sugerido – en desplegar un cordón sanitario político si partidos dudosamente democráticos llegan al poder, bastarán para enmendar la situación y arreglar las cosas en la segunda vuelta. 

Con todo, lo de Austria el domingo – si se une a lo de Francia, el auge xenófobo en estados federados alemanes, el auge del extremismo radical de derecha en la península escandinava y la tonalidad del gobierno polaco – indica que el ideario liberal en el sentido académico y glorioso de la palabra, está amenazado. La marea ultra no cesa ….