El escritor y humorista Óscar Terol - A.G.


De entrevista en entrevista por el centro de Madrid, el humorista Óscar Terol nos hace un hueco para pasar un buen rato hablando de su nuevo libro, El ADÑ, en el que desgrana las peculiaridades de los españoles que los unen más que los separan de norte a sur.





Pregunta: ¿Cómo un vasco se lanza a escribir un libro analizando a todos los españoles a la vez? Y encima en clave de humor.
Respuesta: Porque los vascos siempre queremos organizar España. Tu mira los medios de comunicación, desde Gabilondo hasta Iñaki López pasando por otros presentadores. Siempre estamos renegando de España pero a la vez queremos ser siempre los mejores de España. Yo hago humor desde hace 25 años y siempre tengo una visión de lo que me rodea. Desde hace cinco estoy trabajando en el ámbito nacional, viajo a Sevilla todas las semanas y decidí aplicar mi visión antropológica del humor a mi realidad que ya no es solo lo vasca. El libro es una consecuencia natural de mi vida y de mi visión.




Además, luego soy muy curioso y me gustaría que un día fuésemos felices todos por lo que procuro que, desde mi talento, ponerlo al servicio de todo el mundo.




P.: Además de escritor, eres guionista y actor. Has creado la serie Allí Abajo que también busca reflejar lo que une a las personas del norte y el sur de España a través del humor. ¿Qué fue antes, la idea de la serie o el libro? 




R.: Mucho antes fue la idea de la serie que me encargaron en 2011, el libro fue en 2015. Cuando me encargan este libro yo ya llevaba cinco años analizando, por la serie también un poco, lo que sería la realidad española más amplia y el libro es una consecuencia de mi vida.




Evidentemente yo no soy un ermitaño, soy vasco pero viajo, y España son esas gasolineras de Albacete, de Ciudad Real, de esos pueblos que te desvías a tomar algo o ese paisaje que ves desde el AVE. Y sobre todo viajando te das cuenta de que lo que todos queremos es lo mismo: ser felices, estar bien, estas pequeñas cosas en el día a día de las que no hablan los políticos, que solo lo hacen de lo que nos separa. Y vas a Cataluña, a Barcelona, y ves que la gente solo quiere vivir también, que eso de la Diada y la bandera, no digo que no exista, pero que no les ocupa todo el día. Entonces el libro es un homenaje a la vida de la gente normal.




P.: El principal objetivo que se marca en el libro es explicar qué es el ADÑ, definiéndolo algo así como “la suma de peculiaridades de nuestra conducta que nos diferencian de otros pueblos y culturas”. Si tuviera que quedarse con una de estas conductas que recoge y que más le ha llamado la atención, ¿cuál sería? 




R.: A mí me hace gracia una cosa del español, como metáfora, que somos más de la Virgen que de Dios. Esto nos define porque, primero, en la espiritualidad nos quedamos en un termino medio y queremos la permisividad de la Madre. Esto nos indica mucho que tenemos cierta inseguridad, por lo que preferimos que gestione la madre que es permisiva y tiene la mirada de la comprensión que es la que necesitamos.




Pero a la vez expresamos fe es la Virgen, en cada pueblo hay una. Podríamos ser perfectamente ateos pero queremos tener fe, aunque una que no nos cuestione mucho. Me hace mucha gracia en muchos pueblos que hay gente que saca a la Virgen pero luego se caga en Dios, esto es una mezcla muy española, ese querer tener todas las terminaciones para que te toque la lotería.







Yo no entiendo cómo a los niños en el plan de estudios nacional no se les enseña, por lo menos, nociones básicas de euskera, gallego y catalán







P.: Pero a la vez que somos inseguros, también afirmas que nos gusta siempre llevar la razón.  


R.: Porque estamos capacitados para ello, porque España es un país normal. Tenemos una climatología más o menos normal, sin tornados, con un horario de luz normal. Entonces yo creo que el español tiene la sensación de estar en la zona equilibrada del planeta, y esto le capacita para tener razón, una razón humorística por tener el estándar. Estamos un poco en el norte, que es más próspero pero no estamos en el G-8 y también cerca del tercer mundo. Estamos en esa zona en la que podemos entender a muchas culturas, en Europa pero también en África. Por esto el español siente y se cree que es normal.




P.: El libro, para hacer reflexionar desde el humor a los lectores, recoge el “Test de españolidad”, donde hay preguntas sobre la siesta, Colón o Eurovisión, pero de una forma que no puede menos que sorprenderte. ¿Cree que la mayoría de la gente de este país son, como diría Mariano Rajoy, muy españoles y mucho españoles, aunque muchas veces no quieran reconocerlo? 




R.: Yo creo que ocultamos la jugada muchas veces, ni el de derechas es tan de derechas ni el de izquierdas es tan de izquierdas. Lo ocultamos yo creo que por una razón ideológica que nos persigue. De hecho, una de las características del ADÑ es que el español es capaz de encasillar a una persona rápidamente, y cuando hay un etiquetado tan veloz lo que se pierde es conocer a la persona. Como sabemos que existe esto, estamos ocultando siempre información.




Para mí la españolidad es una broma que se puede hacer porque me da igual que una persona sea muy española o no tanto. Lo que yo no tolero es la intransigencia, que una persona imponga su manera de pensar a otros, pero dentro de lo que te dan a elegir que cada uno sea  lo que sea respetando al otro.




Si es verdad que me gustan estos juegos porque la gente se sorprende de la respuesta que obtiene, y eso me indica que todos tenemos una idea distorsionada de nosotros mismos. Pero esto es cultura porque te lo ha dado la cuna y nunca lo has analizado, hasta que un día te pones y que te das cuenta que eres de todo lo contrario, pero te lo callas. Por esto creo que el español es infiel a su ideología, pero como todas las infidelidades no se cuenta.




P.: Dicen que el Mariscal Bismarck se refirió una vez a España como “el país más fuerte del mundo” porque “los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido”. ¿Comparte esta opinión con Bismarck, alemán donde los haya, o cree que en España hay mucho más teatro que conflicto de verdad? 




R.: Creo que somos más de teatro. Pienso que hay un conflicto siempre, que es que no nos ponemos de acuerdo, y creo que nunca lo conseguiremos. Otra cosa es que con esta discrepancia podamos ir viviendo, que es lo que hay que hacer. Esta frase de Bismarck es genial, me parece que es cierto y creo que en el fondo tenemos unas ganas tremendas de estar juntos.




Yo nunca en ninguno de mis viajes he tenido la sensación de que nadie estuviese mirando a España y preguntándose ¿qué es esto? Creo que todos sentimos que Paco de Lucía tocaba para nosotros y nadie se quiere sentir ajeno a los éxitos de cualquier artista, deportista o científico que sea español.




Otra cosa también es cierto, que los políticos, por los intereses que sea, se han encargado de que las diferencias sean motivo de discrepancia y lo que deberíamos hacer es un país que presuma de las diferencias. Yo no entiendo cómo a los niños en el plan de estudios nacional no se les enseña, por lo menos, nociones básicas de euskera, gallego y catalán. En España se debería saber que hay gente que se levanta y piensa en euskera, un idioma totalmente diferente, y tienen el DNI. Eso no se cuenta.








"En muchos pueblos que hay gente que saca a la Virgen pero luego se caga en Dios"







P.: Al principio del libro aseguras que “la Transición ha muerto” y das la bienvenida a la “segunda transición”. De esta idea de una nueva transición se está hablando mucho ahora con la llegada de mucha gente nueva al Congreso. ¿Recomendarías a sus señorías que se leyesen tu libro? ¿Y qué piensas que podrían sacar de él? 




R.: Si se riesen sería suficiente, no pido más. Que vean que hay gente que dedicamos nuestra vida y nuestro trabajo a que la gente se entienda, y esto debería ser una llamada de atención, no ha que yo he acertado, sino a pensarse si obligar a repetir las elecciones diciendo que no les vale lo que han votado los ciudadanos.




Creo que este libro, y otro cualquiera que hable en pos de que la vida avance, puede hacer que los políticos piensen que no pueden ser un lastre para la sociedad, deben ser la avanzadilla. Pero el ego, el excesivo personalismo de los políticos, al nacer de los medios, hace que quieran salir victoriosos de todo. Yo creo que hay que saber también pactar y perder.




P.: Para acabar, en el epílogo del libro es el momento en el que te pones más serio afirmando que “un país no puede ser definido, solo habitado, y no puede ser de nadie si no da cabida a todos”. ¿Cómo puede un lector de tu libro, ya sea de Cuenca o de Barcelona, monárquico o republicano, de derechas o de izquierdas, se sienta español o no, contribuir a que lo que llamamos España sea un poco mejor lugar?




R.: Creo que no debemos tener ningún complejo, ni un orgullo que nos ciegue, ni debería ser un motivo de debate ser de dónde eres. El libro es un canto a la humanidad y en el epílogo soy yo en estado puro, sin nariz de payaso y dejando el rol de humor; pero sobre todo soy persona y yo daría mi vida porque todo el mundo fuera feliz. Por eso intento dejar claro siempre que ni esto está tan mal ni estamos abocados al desastre.




Quiero que nos pongamos un poquito de acuerdo, eso que hacemos tomando unas cañas, esos políticos que se tiran los tratos en el debate pero luego en la trastienda están diciendo chistes. Yo soy el que cuenta que esa trastienda existe, y quiero más un país de trastienda que no de pose intelectual.