Las alarmas han saltado en la sede de Convergencia. Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución, ha apoyado públicamente al cabeza de lista de Unió, Ramón Espadaler. El eterno adversario de Duran Lleida mantiene, sin embargo, su militancia en el partido convergente. ¿Qué se esconde tras ésta actuación? Claro y conciso: ha empezado la operación de recambio de Artur Mas.

Todo empezó en una cena
El llamado Puente Aéreo, un grupo de personas que defienden el encaje de Catalunya con España lejos de aventuras independentistas, hacía tiempo que observaba con preocupación la deriva secesionista del actual President de la Generalitat. Mas se alejaba de la política tradicional convergente, tantos años mantenida por Jordi Pujol, del pacto y la negociación con el estado. La estrategia que tan bien le fue al patriarca del nacionalismo, que llegó a ser nombrado “Español del año” por el diario ABC, estaba abandonada.

En las cenas que organiza regularmente el Puente, no era raro escuchar en boca de personas como el Conde de Godó o Joan Rosell palabras de temor acerca del nuevo escenario que Mas propiciaba. Con el suicidio político de los Pujol, a causa de la corrupción, y la ruptura con Unió Democrática, los tintes eran aún más sombríos. Delante de los manteles se sugirió no hace demasiado el nombre de Miquel Roca como posible recambio. “Mas está amortizado, lo saben los propios convergentes. Si pierde las elecciones, habrá que buscarle un sustituto, y éste no puede ser ninguno de los que lo rodean”.

Se trataba de encontrar a alguien con el suficiente prestigio como para poder plantarle cara a un Mas hipotéticamente derrotado y sin más argumentos que la lógica de su propia supervivencia. El único nombre posible era el de Roca. Bien relacionado con los medios económicos catalanes y españoles, con una óptima relación con la Casa Real, político pactista, liberal con tintes social demócratas, reunía todas las características. Había que sondearlo. Incluyeron en la previa a entidades como el Foment del Treball, la patronal catalana y contactaron con miembros del antiguo sector roquista de Convergencia. Todos coincidieron en la idoneidad de la elección. Pero también en que era imposible hacer oposición a nadie en el partido nacionalista, porque el aparato estaba en manos de los hombres de confianza del President, Homs, Rull y Turull.

Y aquí es donde entró en juego Josep Antoni Durán Lleida.

El caballo de Troya
El veterano político social cristiano se brindó a hablar con el propio Roca que, cosas de la vida, había sido su más acérrimo adversario en el pasado. “Peores jugadas me ha hecho Pujol”, aseguran que contestó Durán cuando alguien le insinuó que quizá era muy atrevido que él fuese el interlocutor. Lo cierto es que Roca escuchó, meditó, y aceptó dar el paso adelante. Duran ponía una condición, que él defiende como estrategia: Roca había de apoyar al candidato Espadaler.

Ciertamente, haciendo esto, podía causarle muchos problemas a Mas, que no podía ningunear que Roca se posicionase en favor del rival de convergencia. Además, era una plataforma para, posteriormente, poder llevar a cabo la ofensiva contra Mas. Recordemos el dato: Roca no se ha dado de baja del partido nacionalista. “Que me den de baja, si se atreven”, dijo.

La otra condición era que Roca aportase gente. Así, en los últimos días hemos visto a numerosas personalidades de convergencia, hoy apartados de la política, alinearse junto al candidato de Unió. La vieja guardia de la extinta CIU se ha manifestado abiertamente en favor de su candidatura. López de Lerma, Maria Eugenia Cuenca, Nicolás de Salas o el popular cantante de Los Sirex, Antoni Miquel. No son pocos, ni puede decirse que sean unos don nadie en la política catalana de los últimos años.

Duran sabe que ésta estrategia le favorece a él y a su partido, y Roca también lo sabe, pero están condenados a entenderse. El caballo de Troya que supone Unió en éstos momentos en las filas del nacionalismo catalán, encarnando la cara pactista y de seny, tiene buenos padrinos. Políticos en el buen sentido del término, de los que actúan con la finezza que demandaba siempre Andreotti, conocedores de los mecanismos del estado.

Y, dicen, amparados por los Garrigues Walker. Que no es grano de anís.