“Los convenios colectivos dan cobertura al holgazán y son un insulto al trabajador honrado”. La idea es de Salvador Sostres, y no es una ironía, ya se sabe que el columnista de El Mundo, lo que dice, lo dice de verdad. Los tiros van esta vez de cargar contra los sindicatos desde la añoranza de tiempos pasados, en los que los patronos, esos “dueños cariñosos”, y su paternalismo, “sabían mejor que tú lo que te pasaba” y solucionaban “tus problemas”, mejor que la “ofuscación sindical que ha dejado a la Humanidad abandonada”.

Moraleja de la abuela, el infiel y la fulana
Sostres sabe de lo que habla. Lo explica. Su abuela, una patrona de las de antes, tenía una fábrica de ahumar salmones y un día entró en su despacho y se encontró al veterinario, un hombre casado, “zumbándose a la secretaria”. Al veterinario le rebajó el sueldo a la mitad “hasta que recuperara a su esposa y volviera a casa con su familia”. Claro que a la secretaria, que era soltera, la “despachó al instante” por “fulana”. La abuela no se quedó conforme y se fue a donde la mujer del veterinario y le prometió que le “recuperaría” al marido.

Volvamos al paternalismo del patrono
Ese “paternalismo del patrono fue mejor que cualquier derecho adquirido”, escribe un nostálgico Sostres, que asegura que su abuela “quería a sus trabajadores, conocía sus circunstancias” y –¡agárrense el cinturón!- “sabía que era más inteligente que ellos y trataba siempre de ayudarles”.

Cohesión social o dueño cariñoso
“Hizo más mi abuela por sus empleados que Nicolás Redondo o Cándido Méndez” y nada encarna mejor la cohesión social que un “dueño cariñoso”. El problema de hoy, dice Sostres, es que “ya nadie se preocupa por tu mala cabeza, ni por tu matrimonio”.

Los sindicatos sólo han traído menos “prosperidad”, que las “condiciones de los empleos sean cada vez peores”, que muchos empresarios “tengan que cerrar” y, al final, “nadie ha salido ganando”.