El expresidente galo Nicolas Sarkozy. EFE/Archivo



Tardó en llegar, pero llegó: el ex-presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, está técnicamente detenido (en francés suena casi simpático, “gardé à vue”) es decir, a disposición de la Policía por un día al menos y sin posibilidad de recabar su libertad inmediata y con la obligación de cooperar con la autoridad.

¿Qué ha hecho presuntamente el antiguo dirigente galo? Hasta un niño francés podría responderlo con la sola y rutinaria condición de hacerlo preceder del adorable adverbio “presuntamente”: Sarkozy está relacionado con cinco grandes escándalos: los “affaires” Tapie, Bettencourt, Karachi, Gadafi y “escuchas telefónicas”.

En la prosa judicial está acusado de tráfico de influencias y violación del secreto del sumario instruido. Todo esto era sabido y lo realmente noticioso es imaginar por qué, por fin, la Justicia se ha decidido a dar el paso y situarle a un paso de la condición de delincuente que se acerca al banquillo

La ambición desmedida
“Sarko”, como se le conoce popularmente, es lo que se describe con el tópico de “animal político”. Licenciado en Derecho, a los 19 años se afilió a la UDR (la derecha neogaullista), a los 22 años ya era concejal en Neuilly-sur-Seine, después alcalde y después diputado, ministro (a los 38 ministro y portavoz del gobierno) antes de ocupar carteras clave en sucesivos ejecutivos y conquistar finalmente el control del partido conservador (rebautizado UMP o “Unión por un Movimiento Popular”) con el que sería elegido presidente de la República en 2007 frente a la socialista Segolène Royal.

Este dinamismo político y social, compatibilizado con una complicada y azarosa vida familiar y sentimental salpicada de divorcios y aventuras diversas, le acredita como un incansable “homme à tout faire”, a quien, de creer al ex-presidente Chirac, se debería controlar para evitar males mayores. Se supo destinado a las más altas magistraturas sabedor de que si quería alcanzarlas debería tener pocos escrúpulos…

Dos planos para el delito
Sus complicaciones con la Justicia son antiguas (la más conocida, el caso Tapie, por una decisión del gobierno en favor de un hombre de negocios de ese nombre a quien hizo millonario y en la que está implicada con serio peligro para su carrera su amiga Christine Lagarde, nada menos que directora general del FMI) y tienen que ver o con dinero negro para financiar sus necesidades electorales (ejemplo, el caso Bettencourt) o con favores por decisiones oficiales (del gobierno) u oficiosas (del partido) favorables a sus amigos y socios políticos. Nótese que formalmente se le acusa de tráfico de influencias, como era inevitable desde sus posiciones de poder, y, más curiosamente, de violar el secreto del sumario. Esto es, por lo menos, más actual.

En efecto, todo el mundo daba por hecho que había dinero prohibido y clandestino en las arcas del UMP procedentes de gobiernos extranjeros (Gadafi), o de traficantes de equipo militar (asunto Karachi) o de grandes empresas (L´Oréal)… lo noticioso es que Sarkozy, según el instructor, era el usuario de un teléfono clandestino dado de alta a nombre  un tal Paul Bismuth  desde el que seguía los acontecimientos sin ser grabado. Otra ventajilla de nada …

Un superviviente profesional
Entre tales hechos estaban sus conversaciones con altos miembros de la Judicatura (también en vías de procesamiento) que le habían tenido al corriente durante largo tiempo de cómo iban los procedimientos, cómo podían ser detenidos, demorados o archivados… he ahí, entre otras cosas, la violación de la instrucción sumarial.

Esto es nuevo: Sarkozy-Bismuth bajó al terreno, se mojó personalmente, prescindió temerariamente de intermediarios dispuestos, por lo demás, a pagar en su nombre (véase el reciente “affaire” J. F. Copé, dimitido presidente de la UMP) y fue a su vez grabado por la autoridad mientras se ocupaba de sus asuntos… un desdoro. ¿Cómo relacionarle con el destinatario de la acaramelada nota manuscrita que le dejó en su casa la Sra. Lagarde apenas elegido presidente para, entre otras cosas, ponerse a su completa disposición y mostrarle su adhesión incondicional?

Aquel resplandeciente triunfador es hoy un ciudadano al borde del banquillo y, eventualmente, de la condena. La noticia llega en mal momento, pésimo, porque, aunque parezca imposible con este currículum, “Sarko” estaba preparándose para volver a la liza y ser de nuevo el presidente vistos los apuros y baja popularidad del presidente Hollande. Esta es la segunda lección de lo sucedido: Sarkozy lo tiene difícil…

Elena Martí es periodista y experta en política internacional