Las familias de 20 presos republicanos muertos en la antigua prisión de Valdenoceda (Burgos) entre 1938 y 1943 recibirán sus restos, exhumados e identificados este sábado 12 de abril en la iglesia y cementerio de la localidad. La Agrupación de Familiares de Represaliados en la Prisión de Valdenoceda ha conseguido identificar ya los restos de 47 personas que sufrieron reclusión en este penal, uno de los más terribles del franquismo.

Murieron en la prisión entre 1938 y 1943. Procedían de diversos lugares de toda España. Algunos eran de la propia provincia de Burgos, pero también de Ciudad Real, Jaén, Zaragoza, Cantabria, Palencia, Madrid o Álava. “Por fin, después de 70 años, podrán retornar a su lugar de origen, a su pueblo, con su gente”, explica la Agrupación en un comunicado.

Cerrar heridas abiertas
“Intentamos recuperar la memoria de aquéllos que tanto sufrieron durante la posguerra y devolver a sus familias los restos de sus seres queridos. Se trata, pues, de un paso más en un proceso necesario, que busca cerrar heridas que llevan décadas abiertas”, continúan.

De fábrica de sedas a cárcel
Valdenoceda es una pequeña localidad del norte de Burgos, cercana a la provincia de Álava. Allí se encontraba, antes del inicio de la Guerra Civil, una fábrica de sedas. Por los sótanos de la fábrica pasaba un canal del río Ebro, que servía para mover las aspas de la maquinaria. La fábrica cerró en los primeros años de la Guerra. “Desde 1938 y hasta 1943, se convirtió en una de las más terribles prisiones de castigo del régimen del general Franco”.

Por “adhesión a la rebelión”
“Allí eran trasladados presos de toda España, víctimas de la represión, juzgados por cualquier motivo y condenados, paradójicamente, en la mayor parte de los casos, por ‘adhesión a la rebelión’. Por la cárcel, convertida con el tiempo en un auténtico campo de exterminio, pasaron varios miles de personas.”

Una alubia con gorgojo
Relata la Agrupación que el edificio, compuesto de tres plantas y con capacidad para menos de 300 personas, llegó a albergar a casi 1.600 presos de una sola vez, cinco veces su capacidad máxima. “De comida, un caldo aderezado con una sola alubia se convertía en el primer y único plato del día. La alubia siempre estaba podrida y alojaba un gorgojo en su interior, como han recordado años después algunos presos.”

Soñar con un trozo de pan
 “Por la tarde –dicen- media sardina y un pequeño trozo de chocolate eran el único sustento. Las memorias escritas de uno de aquellos presos todavía recuerdan que, cuando dormía, sus mejores sueños estaban protagonizados por un simple trozo de pan”.

Hambre, enfermedad y castigos
El hambre y las malas condiciones del agua provocaban enfermedades entre los penados.”La práctica totalidad de los presos de los que se tiene noticia ‘fallecieron’ de ‘colitis epidémica’ o ‘tuberculosis’. A todo ello unían los castigos físicos. Cualquier mal comportamiento (no levantar el brazo para entonar el ‘Cara al sol’, moverse durante la formación a filas, fumar sin autorización,…) era penado”, reseña la Agrupación.

Con el agua helada al cuello
“La celda de castigo estaba situada en los sótanos de la cárcel, junto al canal del río Ebro. La celda siempre tenía agua, pero cuando el río se desbordaba, la celda se inundaba y el preso debía permanecer quieto, helado de frío y con el agua al cuello, sin ni siquiera poder dormir”.

Nieve y chinches
A todo ello se unía el frío, cuentan. Especialmente intenso en el norte de Burgos con nevadas y temperaturas bajo cero. Apenas una pequeña manta para cubrirse y el calor de unos contra otros por las noches para intentar sobrevivir. Las chinches, las colas para conseguir algo de comer, para la ración de agua… son continuos recuerdos de quienes consiguieron sobrevivir.

Enterrados y desaparecidos
La Agrupación de Familiares y Amigos de Fallecidos en el Penal de Valdenoceda tiene constancia documental de, al menos, 152 presos enterrados. “Se sabe también, a través de testimonios de presos supervivientes y de familiares de personas que pasaron por el penal, de muchos otros penados que estuvieron en la prisión, fueron sacados de madrugada de su interior y nunca más fueron encontrados”.

¿Arrojados a las cuevas?
 En los alrededores se encuentran numerosas cuevas y se cree que muchos presos fueron asesinados y arrojados a su interior, sin dejar rastro para nadie y sin que su ejecución fuera comunicada siquiera a la familia.

Los compañeros hacían el ataúd
Cuando los prisioneros fallecían por hambre o enfermedad eran sus propios compañeros quienes los enterraban. Los estudios antropológicos realizados han llegado a sacar a la luz que ellos mismos construían, con sus propios medios, ataúdes de madera. Acompañados de guardias armados, trasladaban el ataúd a un solar, propiedad de Instituciones Penitenciarias, y allí lo enterraban.

Evitar la acción de las alimañas
“Hoy sabemos que los presos enterraban cada ataúd a más profundidad que los enterramientos que se realizan en la actualidad. Esto pudo deberse a que así se aseguraban así de que las alimañas no se comieran a sus compañeros”. En los féretros, incluían también las pocas pertenencias que al fallecido le quedaban (algún reloj, un bastón, cualquier recuerdo…)

Las cruces
Sobre las tumbas, clavaban a ras de suelo, una cruz de madera. En cada una colocaron una inscripción con un número romano. “Es de suponer que en algún lugar del penal se tenía una relación de los enterramientos y una identificación completa de cada fallecido. Esa relación se ha perdido totalmente”. Con el tiempo, las cruces y los números se borraron y se pudrieron”.

Nuevos enterramientos sobre los restos
En ese solar de Instituciones Penitenciarias fueron enterrados, al menos, 152 personas, todos ellos presos republicanos. En 1989, la Parroquia se hizo con la propiedad del solar, que fue cedido por Instituciones Penitenciarias para ampliar el cementerio parroquial original. Los nuevos enterramientos se realizaron sobre los restos de los presos.

Recuperar a los seres queridos
Años más tarde, ya en 2003, se fundó la Agrupación de Familiares y Amigos de Represaliados en Valdenoceda y en 2006 al amparo de la Ley de Memoria Histórica, dio comienzo el procedimiento que ha llevado a la identificación de estas personas, a las exhumaciones y al día de hoy en que 20 familias recuperan públicamente la memoria de sus seres queridos.