La infanta Cristina a su salida del tribunal de Palma de Mallorca tras finalizar su declaración. EFE



El carraspeo de la Infanta Cristina durante su declaración ante el juez Castro, que provocó que sus abogados tuvieran que pasarle unos caramelos, y el temblor de manos de uno de los letrados de la defensa, Jesús María Silva, describen el escenario de lo que fue aquella sesión, mientras los gritos de los cientos de manifestantes que se congregaron en las afueras de los Juzgados se colaban en la sala. El magistrado dejó en evidencia a la hija del Rey al mostrarle las actas de las juntas anuales de la empresa Aizoon, a la que se desviaron fondos públicos, en las que aparece su firma como asistente. La Infanta no pudo más que guardar silencio.

"No recuerdo", "no me consta", "no sé..."
El Mundo ofrece este lunes las imágenes furtivas en vídeo de aquella declaración en la que primaron los “no recuerdo”, “no sé”, “ni idea”, “no me consta” de la Infanta, que se la devolvió a Urdangarin convirtiéndole en un escudo para eludir responsabilidades. Su marido la había convertido a ella antes, según las declaraciones de un testigo del caso Nóos, en un “escudo fiscal”, para burlar a Hacienda.

Caramelos para un carraspeo recurrente
El carraspeo de la Infanta fue recurrente, según ha narrado uno de los abogados presentes en la sala, y no era para menos. Formar parte de una organización en la que no se ha puesto un pie es algo difícil de hacer digerir. Y eso fue lo que ella alegó sobre el Instituto Nóos, del que formó parte como miembro de su patronato.

A recoger a Iñaki
La hija del Rey, no obstante, rectificó, a continuación, al puntualizar que “una vez” fue a visitar la sede del Instituto Nóos, pero sólo para “recoger a Iñaki”. La Infanta no pudo explicar cómo es que no estuvo nunca más en la fundación que se suponía sin ánimo de lucro, a pesar de que su firma aparece en las cuentas anuales, la constitución y disolución de la entidad. Igualmente contradictoria fue su afirmación de que “sabía lo que hacía Iñaki”, pero “no a qué se dedicaba Nóos”.

El abogado le aconsejó que no contestara
El momento de Nóos fue uno de los más embarazosos de la declaración de la Infanta, según la fuente citada, y cuando en más de una ocasión uno de los abogados de su defensa, Jesús María Silva, le aconsejó que no contestara.

Las manos temblorosas del abogado
Las preguntas del juez que apuntaron a posibles delitos fiscales, como cuando le preguntó por las presuntas contrataciones en negro de empleados de Aizoon, fue otro de los momentos más tensos, en los que fue evidente el nerviosismo de Jesús María Silva, que no paraba de mover las manos de manera compulsiva durante buena parte de la declaración, que duró seis horas, e incluso, llegaron a “temblarle”.

Consultó y no consultó... a su secretario
Una de las contradicciones de la Infanta durante su declaración fue cuando admitió que entró en la junta directiva del Instituto Nóos, la entidad a la que se desviaron millones de euros de administraciones públicas, después de consultar a su secretario y asesor García-Revenga, y al abogado personal del Rey, José Manuel Romero. Minutos después, sin embargo, aseguró que “jamás” había hablado con García-Revenga sobre Nóos. Algo que resulta increíble, después de conocerse que el secretario de las Infantas, imputado en el caso Nóos, actuó como tesorero de la entidad y fue un elemento activo en la misma.

El juez deja en evidencia a la Infanta con las actas de Aizoon
El momento más llamativo del interrogatorio sobre  Aizoon fue cuando el juez le preguntó si había acudido a las juntas de accionistas de la empresa, cuya propiedad compartía con su marido y que fue usada para desviar fondos públicos. "Nunca", respondió la Infanta, a la que Castro mostró a continuación una serie de actas de las juntas anuales en las que aparece su firma como prueba de su asistencia. ¿Entonces su firma fue falsificada?, inquirió el magistrado. La hija del Rey se limitó a guardar silencio.

¿Préstamo o donación del Rey?
Las preguntas referidas a los 1,2 millones de euros que el Rey le dio a los Duques de Palma para comprar el palacete de Pedralbes provocaron momentos de flaqueza en la Infanta, según la descripción de otros testigos. Doña Cristina mantuvo al respecto que “no fue una donación”, como se recoge en varios documentos, sino “un préstamo”. Con su conveniente afirmación, la hija del Rey elude un posible delito fiscal, ya que las donaciones tienen una carga fiscal, mientras que un crédito, no.

"Por ser quien soy"
La Infanta negó que hubiera recibido de Hacienda un trato de favor. Más bien, añadió, “me lo miran todo con lupa y con mayor atención precisamente por ser quien soy”.