De forma explícita se derogó en julio de 1981 el artículo 57 del Código Civil que rezaba así : "El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido" aunque evidentemente desde que se aprobó la Constitución Española, la vigencia de este articulo había pasado a mejor vida.

Es una frase breve, brevísima del ordenamiento jurídico, pero que muestra bien a las claras que hasta hace no tanto, en nuestras normas, la mujer era un ser inferior, inmaduro, falto de criterio, necesitado de protección y que según nuestras leyes debía sumisión a un ser superior, el varón.

Hasta la llegada de la democracia las mujeres pasaban de la patria potestad de sus padres a sus maridos y no podían abrir una cuenta corriente o sacarse el carnet de conducir sin permiso del varón.

Muchas normas han ido cambiando y siempre en la dirección de la igualdad (más lento o más rápido) siempre seguían el camino de mayores espacios de autonomía, de poder, de visibilidad y decisión de las mujeres. Hasta ahora... este siempre fue el camino.

Mucho ha cambiado desde que una norma, establecida por la propia empresa, impidió a mi abuela seguir trabajando cuando se casó con mi abuelo.... "Estaba prohibido", me decía ella ayer.

Este tránsito lo han hecho pioneras anónimas (como ella), mujeres sabias, lideresas invisibles, trabajadoras infatigables que paso a paso, poco a poco, han contribuido de forma decisiva a cambiar la sociedad en la que hoy vivimos.

Mujeres que en su mayoría sacrificaron sus años de formación para que fuera su hermano, el varón, el que accediera a la Universidad y que prometieron que, con sus hijas y nietas, la historia no tendría la oportunidad de repetirse, porque ellas lo evitarían.

Mujeres con dobles jornadas de trabajo, que contemplaban con una sonrisa como sus hijas y nietas accedían a espacios vetados para ellas y que empujaban para que el ritmo de la igualdad no se detuviera, para que la velocidad no se aminorara y que hoy ven como no sólo el paso se ha detenido sino que se desanda. Mujeres que han visto como las universidades se llenaban de mujeres, como incluso superaban en número a los varones, que observaban con incredulidad como llegábamos a ser juezas, médicas, ingenieras, incluso carpinteras o taxistas... Aún recuerdo el codazo, mientras sonreía, que me dio mi abuela, hace ya bastantes años, cuando nos subimos a una guagua (autobús) y conducía una mujer. Era la primera mujer que veía en función y su cara era una mezcla de sorpresa y satisfacción.

Patricia Hernández junto a su abuela.



Gallardón, te aviso, mi abuela está enfadada. Tal cual me dijo ayer (por cierto, mi madre también) y usted no conoce a mi abuela, pero es de esas mujeres que lo han dado todo para que sus hijos e hijas tuvieran un país mejor, un país más justo y con mayores oportunidades

Cuidado que son miles, decenas de miles las que ya te tienen entre ceja y ceja y no son mujeres cualquiera. Son mujeres luchadoras, con experiencia, con una capacidad de superación y de lucha inagotable. Y ven como estáis poniendo en riesgo, tú y el Gobierno del que formas parte, la capacidad de decidir, la autonomía y la libertad por las que ellas lucharon. A muchas las vistes ya el fin de semana pasado subidas al tren de la libertad y dispuestas a no desistir hasta que no seas tú el que desistas de pisotear los derechos de las mujeres. A otras, como a mi abuela, no las viste, porque los estragos de la edad les impidieron acompañarnos, pero tranquilo que donde sí las verás será en las urnas.

PD. Señora Báñez, de parte de mi abuela, que para decirle que la pensión le iba a subir un euro se podía ahorrar los 40 céntimos de la carta

Patricia Hernández es diputada socialista en el Congreso

En Twitter es @PatriciaHdezGut