Nuestro rey no ha tenido una buena entrada de año. La bendición de su cumpleaños se le atragantó cuando leía con aturrullada dicción – y acaso memoria – el discurso acostumbrado de la Pascua Militar que se celebra el día de Reyes. Luego, un paisaje dolorido de muletas, caras circunspectas de militares bien penachados de insignias que proclaman honores y políticos atónitos, vino a definir el cuadro. Todo pareció la metáfora más acabada de la España del momento: un país que camina apuntalado por muletas.

Algunos, los disconformes de siempre, se apresuraron a recordar aquello de la República, como si la república fuera un avión cargado de maná y bendiciones que pudiera regar a los españoles hasta saciarlos por completo. Pero otros – acaso la mayoría – ya no ven los achaques del rey y la zaragata permanente de la Casa Real como episodios menores y pasajeros. La preocupación aumenta. Porque sobrecoge contemplar al padre simbólico bien jodido y no observar al tiempo, y a su alrededor, otra cosa que resignación, espera y quietismo. Es decir, conservadurismo de la peor especie, el que aconseja que lo que haya de venir, vendrá. Por ello, llamó tanto la atención la declaración – eso sí, expuesta con encogida prudencia -, de Susana Díaz, la presidenta andaluza, cuando advirtió algo así como ”bueno, pero algo habrá que hacer”. Algo es algo y tiene mayor interés si viene de parte de alguien que anuncia esperanzas.

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