Esperanza Aguirre, investida Honoris Causa en la Universidad Alfonso X. FLICKR



Esperanza Aguirre firma hoy un durísimo artículo en ABC donde exige la dimisión, "y cuanto antes mejor", de Gonzalo Moliner, presidente del Tribunal Supremo y del Poder Judicial, por defender que los escraches, "en tanto no sean violentos" no son un delito sino "un ejemplo de la libertad de manifestación". La expresidenta madrileña se dirige a Moliner en varias ocasiones despectivamente como "este señor" y le acusa de haber "perdido el sentido común".

Según Aguirre, el presidente del Consejo General del Poder Judicial "no siente ningún respeto por el Estado de Derecho", lo que le conduce "inevitablemente a la necesidad de que abandone la alta responsabilidad que le ha sido encomendada y deje el puesto a alguien (...) que no haya perdido el sentido común".

Secretas intenciones
Dice la lideresa que cuando se sabe "lo que quieren decir las palabras" se puede descubrir "las secretas intenciones de los que las utilizan y manipulan". Por eso, ella ofrece una definición "auténtica" del "exótico" término de 'escrache': "Acoso violento con gestos obscenos, palabras insultantes y actos amenazadores al que se somete a algunos legítimos representantes políticos de los ciudadanos, a sus familiares y a sus bienes y viviendas, invadiendo su intimidad y poniendo en riesgo su seguridad presente y futura".

"La palabrita"
Aguirre exige a Moliner que se informe "antes de utilizar la palabrita" y "sentar cátedra". "Porque cuando se es el presidente del Supremo, cuando se habla, se sienta cátedra. Otra cosa que parece ignorar este señor", añade la presidenta del PP madrileño.

Violaciones sexuales
La popular cree que "el único límite que pone el señor Moliner a estos acosos sería el de la agresión física con resultado de lesiones". Por eso compara el escrache con "el acoso sexual" y "las palabras soeces y procaces dirigidas a una mujer", que son violencia antes de que "se consume la violación".

A vueltas con ETA
No podía faltar la vinculación de ETA con los escraches: "Si usted no lo cree así, póngase en situación y piense qué le parecería que identificaran su domicilio particular (en un momento en el que en España, aunque debilitada, sigue activa una banda terrorista), se lo empapelaran con insultos y que a su mujer, a sus hijos (...) les gritaran cosas tan suaves como 'criminales', 'asesinos' o 'hijos de puta'. Es tan evidente lo que usted pensaría que no merece la pena que gaste más razonamientos en demostrarle su gravísimo error".