Uno de los problemas que lastran la conformación de una alternativa movilizadora por parte de la socialdemocracia europea procede de su incapacidad recurrente para definir un modelo económico propio y diferenciado del adversario conservador. Si la derecha apuesta por reducir el déficit, la izquierda dice que también, pero con menos “aceleración”. Si la derecha practica recortes en el gasto público, la izquierda gobernante se apunta, pero con algo más de “sensibilidad social”. Si la derecha quiere crecimiento a ultranza, la izquierda lo suscribe, pero con “sostenibilidad”. Si la derecha prefiere bajar impuestos, la izquierda dice que a fin de cuentas “bajar impuestos también es de izquierdas”. Si la derecha privatiza cada día más espacios públicos, la izquierda se conforma con establecer “líneas rojas”…

Los grandes principios que se proclaman desde la oposición suelen transformarse en seguidismo y matización escasa cuando la izquierda accede al poder. Así ha ocurrido con el presidente francés, por ejemplo, que a pesar de un prometedor impulso de inicio ha acabado sucumbiendo bajo el peso de la ortodoxia austericida. En consecuencia, Hollande se ha convertido en el presidente que más rápidamente ha dilapidado su popularidad. Y lo peor es que no ha dejado huérfanos solo a buena parte de sus seguidores domésticos. La “referencia francesa” se ha desdibujado para el conjunto de la izquierda europea.

Cierto es que también hay argumentos para quienes prefieren ver la botella medio llena. El Gobierno galo ha adoptado algunas decisiones relevantes y valientes, en el ámbito fiscal sobre todo. Y muy probablemente sin su presencia en el Consejo Europeo la tasa Tobin tendría una aplicación efectiva aún más lenta. Desde luego merece señalarse el trabajo que están haciendo los Gobiernos socialistas en Andalucía, en Asturias, y hasta hace poco en Euskadi, además de cientos de Ayuntamientos progresistas, con decisiones coherentes y avanzadas en materia de estímulos al crecimiento, de promoción del empleo, de cobertura social, de lucha contra la pobreza… El decreto andaluz para expropiar las viviendas a desahuciar ha sido un aldabonazo decisivo. Pero, con todo esto, hemos de ser conscientes de que la botella está aún lejos de saciar la sed de quienes buscan en la izquierda una alternativa creíble y confiable en el campo de los modelos económicos, más allá del previsible barniz social.

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