Ángeles Pedraza, presidenta de la AVT, fue la primera en reunirse con el ministro y el encuentro, según refiere El País, no fue satisfactorio, al punto que Pedraza advirtió a la salida que estudiarán salir a la calle a manifestarse contra el Gobierno como ya hicieron tantas veces contra el Ejecutivo de Zapatero. Pedraza le dijo claramente al ministro que las víctimas se sentían “traicionadas y engañadas” Y vino la representante de Foro Ermua, Inma García de Cortázar, que ve el plan de reinserción como “una gran victoria de ETA” y “un lamentable error” porque, en su opinión, el Ejecutivo de Rajoy no hace otra cosa que asumir como suyos “los acuerdos del PSOE con la banda”. Está traicionando a los muertos.
Faltaba Mamen Alvarez, esposa del caudillo Alcaraz, heroína de Elnett y Pantén marital, siempre portavoz de sangre ajena, de dolor transferido, de lágrimas crujientes como un tiro en la sien. Y rechazó las razones “humanitarias” expuestas por Fernández Díaz para justificar el plan de reinserción a presos de ETA. “Está traicionando a los muertos” Y el ministro imputándole el alma cubierta de venganza. Y ella exigiendo justicia. Y el ministro tatuado de zapaterismo dialogante. Y ella arrojándole sangre a la cara, como Rajoy a José Luis-presidente.
La memoria es el reencuentro del hombre con su propio corazón. Uno lleva por dentro palabras como embestidas de un monte. “Usted está traicionando a los muertos”, dijo Angeles Pedraza, dijo la mujer del Alcaraz, dijo García de Cortázar. Como un eco de aquella infamia macabra de un aspirante fragmentado en las urnas.
Hijo predilecto de un Aznar dialogante con el movimiento de liberación vasco, avergonzado de su propia historia, arrepentido de la palabra como arma cargada de futuro, humillado ante su propio fracaso. Escondido ahora detrás de su ministro del interior, empujando reinserción, abofeteado por su blasfemia: Usted, señor presidente, ha traicionado a los muertos.
Rajoy tuvo un sueño escalofriante esa noche: Mamen, Angeles, Inma le aplastaban contra una pared perforada de pistolas. Y el grito del odio, de la venganza, del rencor comprensible pero inútil: Usted, señor presidente hoy, aquí, ahora, está traicionando a los muertos.
Rafael Fernando Navarro es filósofo
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