De este mal entendimiento es de donde surge buena parte del cabreo que les afecta y que provoca lo que se conoce como malestar general, en este caso general sí como sinónimo de mayoría. Así, es lógico que ustedes cuando oyen que vamos a arreglar, por poner un ejemplo, la sanidad o la educación, esperen que mejore la suya particular, cuando en realidad nos referimos a la nuestra, mucho más particular y privada que la suya.
No vayan a creer que les estoy hablando de un concepto teórico de nueva cuña, en absoluto, se trata de algo tan antiguo como la misma humanidad. Desde tiempo inmemorial millones de generaciones se han preguntado, como lo hacen ustedes ahora, porqué el bien general de su país supone el mal individual de la mayor parte de los que viven en él. Volviendo a los ejemplos, que sé que les ayudan a entender términos abstractos, el más claro es el de las guerras. Cuántos de sus antepasados habrán muerto en bien del interés general del país, creyendo que lo hacían por el bien de la mayoría.
Cuesta creer que en todos estos siglos aún no hayan aprendido la importancia que tiene la posesión de las palabras. Fíjense que nuestro dominio comenzó con palabras tan humildes como tribu u hoguera, y miren ustedes hasta donde hemos llegado, ahora que tenemos el uso exclusivo (es decir, sin ustedes) de términos tan ricos como patria o Dios. Háganme caso, tal y como están los tiempos, si alguna vez consiguen una mínima riqueza no hay mejor inversión que las palabras.
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