El gobierno de coalición entre PSOE e Izquierda Unida en Andalucía ha salvado su último escollo. Las bases de IU, a falta de conocer los resultados definitivos del referéndum interno, han dado luz verde por una amplia mayoría a la participación de su organización política en el futuro ejecutivo presidido por Pepe Griñán. Los militantes han sabido interpretar la trascendencia de este momento histórico y el mensaje que trasladó el electorado el pasado 25 de marzo. El pueblo andaluz, nítidamente de izquierdas, frenó en seco la marea azul, hizo descarrillar la cuarta tentativa de un Javier Arenas empapado de tantos baños de falsa humildad y abrió las puertas a un gobierno de progreso.

El escrutinio de la consulta responde a esta lógica ciudadana y a la reivindicación de sindicatos y de otras organizaciones progresistas. Existía un clamor en la izquierda a favor del pacto. Los brutales recortes del Gobierno de Rajoy, metiendo la piqueta en la educación y sanidad públicas y promulgando una reforma laboral que lesiona gravemente los intereses de los trabajadores, también ha abonado el camino del acuerdo.

Izquierda Unida se enfrenta por primera vez a la responsabilidad de sumarse al gobierno en esta tierra. La situación económica de España y Europa es dramática: estamos en recesión y los dichosos mercados no dejan de exigir sacrificios. Con este escenario económico y la tozudez del pensamiento único neoliberal, dominante en la zona euro, el camino que tendrán que recorrer PSOE e IU será duro, tortuoso y complejo, pero tienen la oportunidad de demostrar que existe otra forma de salir de la crisis.