Cristóbal Montoro los ha defendido con rabia y aspereza; sin la ilusión que exhiben los ministros de Hacienda cuando presentan sus cuentas.

Las ha calificado de “poco amables” mientras Rubalcaba las entendía como una “sobredosis de dolor”, y un tránsito “del miedo a la angustia”; y auguraba la “quiebra social”.

Todos los ministros del ramo intentan pasar a la historia dando nombre a sus Presupuestos. Los “Presupuestos Montoro” tienen un lugar seguro en la historia de los despropósitos.

Los Presupuestos representan una opción política, generalmente la elección entre más tanques o más mantequilla, pero los debates suelen tener un fondo económico que en esta ocasión ha sido sepultado por las gruesas palabras.

El ministro de Hacienda ha construido un discurso sumamente político, mitinero, una catilinaria contra el Partido Socialista, lanzándose a la yugular de su secretario general.

En las cuentas de 2012, debatidas cuando ya ha pasado un tercio del año, se constata que no hay dinero para tanques ni para mantequilla pero solo se recorta la mantequilla.

Y Rajoy predica con el mal ejemplo zafándose de la austeridad con la que define sus cuentas. Ha contratado a 632 asesores, más de los que fichó Zapatero, el maldito derrochador.

El personal  contratado a dedo se ha incrementado en un 27.6 por ciento y el número de altos cargos ha pasado de 56 a 82.

Donde no hay harina todo es mohina pero nunca le falta el chocolate al loro.

Montoro justificó los recortes asestados al estado del bienestar a la herencia recibida a la que su jefe había prometido, noblemente, nada menos que en su discurso de investidura, no recurrir.
Se ampara el ministro en la necesidad de tragar la amarga píldora que atribuye no solo a la incompetencia del gobierno anterior sino al engaño.  A la ocultación torticera del verdadero déficit.
A ello responde Alfredo Pérez Rubalcaba, que se estrena como replicante socialista a los Presupuestos como debe hacer  un secretario general que se precie, con una replica intensamente política y moral.

“Los que mentís sois vosotros”, vino a decir  augurando que Mariano Rajoy sería objeto de la investigación de los politólogos como el personaje que ha incumplido más promesas en menos tiempo.

En definitiva, las sutiles aportaciones de populares y socialistas se redujeron al desarrollo de sus respectivos videos: “Van a por todo” del PSOE y “No han dejado nada” del Partido Popular.

Ayer, el portavoz de Presupuestos del Partido Popular, Antonio Gallego, afinó aun más su dialéctica al afirmar que el gobierno socialista no solo había dejado la caja vacía sino que además la había hipotecado.

Los presupuestos populares son deprimentes porque nos hunden más en el fondo sin fondo de la depresión.  El rigor de estos presupuestos huele a rigor mortis.

Los mercados no esperan la asfixia del deudor sino que se levante pues sin crecimiento no se pagan las deudas.

Qué más constatación de este hecho elemental que, una vez sabidos los recortes en las cuentas estatales y los tajos en sanidad y educación a cargo de las Comunidades Autónomas, la prima de riesgo soberano rodee los niveles de la intervención. Draghi aplaude pero se niega a seguir prestando dinero del Banco Central Europeo.

José García Abad es periodista y analista político