Este lunes ha escrito un artículo titulado “Grandes esquiroles” en el que defiende la tesis de que los auténticos merecedores de este calificativo no son los que no secundaron la huelga general del pasado 29M sino todos aquellos que no apoyan activamente las políticas practicadas por el Gobierno incluidas -faltaría más- las reformas que dinamitan los derechos de los trabajadores a quienes postran a los pies de los empresarios, los recortes presupuestarios que por insolidarios afectan mayoritariamente a las clases más desfavorecidas y la amnistía, que por un módico precio, es otorgada a los grandes defraudadores de las arcas públicas.

Termina el senador  madrileño su escrito afirmando que “es la hora de apoyar esta empresa nacional que solo saldrá adelante con el esfuerzo de todos” y que “da pena ver cómo el principal partido de la oposición hace una crítica cerrada y general sin aportar alternativas”.

Cuando leí esta reflexión del  catedrático de Opinión Pública tuve la curiosidad de indagar sobre la postura que mantuvo -pensando ingenuamente que habría sido muy crítica- ante la absoluta carencia de colaboración que adoptó su propio partido cuando estaba en la oposición y quien se enfrentaba a la virulenta crisis económica internacional era el Gobierno socialista que presidía Zapatero.

Pero, efectivamente, mi ingenuidad se evidenció con nitidez porque el catedrático no valoraba de igual forma la nula exigencia de colaboración con el Ejecutivo anterior en su enfrentamiento con la crisis económica que la que, sin embargo, demanda imperativamente ahora con el Gobierno actual al que habría que apoyar “con el esfuerzo de todos”.

En este sentido, a mediados de febrero de 2010 escribió un artículo, también en El Imparcial, en el que hablaba de la necesidad de un pacto entre los dos grandes partidos para salir de la crisis pero, a renglón seguido, se preguntaba en referencia a Zapatero “¿cómo se va a sentar nadie a la mesa con quien sistemáticamente ha mentido, engañado, manipulado, descalificado como nunca se ha hecho en este país? ¿se puede pactar con alguien a quién nadie estaría dispuesto a comprarle no ya un coche usado sino una modesta bicicleta?” y terminaba con esta rotunda afirmación: “Es ahora al PSOE a quien le corresponde asumir sus responsabilidades y buscar una solución”

Pues bien, estaba indagando el calificativo que merece esta doble vara de medir que emplea el senador popular en cuanto que si gobierna el PSOE sería el Ejecutivo socialista al que le correspondería asumir en solitario las responsabilidades de enfrentarse a la crisis y buscar soluciones, mientras que si gobierna el PP el compromiso de la lucha ha de ser “con el esfuerzo de todos”, cuando indagando que te indaga cuál sería la expresión más adecuada -¡oh! casualidad- ha sido el propio periódico digital por boca/teclado de su presidente Anson quien me la ha proporcionado en su artículo de este martes: es la del “cinismo elevado al cubo”, que así define el Académico de la Lengua la actitud de Elena Valenciano al acusar a Rajoy de sumisión a las directrices de Angela Merkel.

Pero si elevado al cubo es el cinismo de la líder socialista y ella no ha hecho más que denunciar -además de una evidencia- lo mismo de lo que han sido imputados hasta el hartazgo los socialistas en la anterior legislatura, habría que concluir con que el cinismo del senador popular y, por extensión, el del partido al que pertenece, es decir, el cinismo que demuestra el Partido Popular es un cinismo elevado cuanto menos a la enésima potencia, dejándose -eso sí- el valor de “n” a juicio del lector, pero siempre que éste sea superior a 3. ¡¡Quien me iba a decir cuando empecé este escrito que terminaría refrescando conocimientos  matemáticos!!

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas