El fiel escudero de Esperanza Aguirre y número dos del gobierno madrileño señaló en aquella ocasión -en una clara estrategia de no encarar el fondo de la cuestión- que él tiene tres hijos y que, “afortunadamente” no saben quién fue Francisco Franco, ni qué fue la Guerra Civil ni la Transición.

Y tras esta afirmación echó mano del particular bálsamo de Fierabras, que el PP utiliza en cualquier ocasión cuando no quiere que se trate un tema que le incomoda, y concluyó diciendo que “lo que nos preocupa, a mi y a mis hijos es el qué va a pasar con este país, qué pasa con la situación que en estos momentos nos encontramos y creo que de eso es de lo que hay que hablar”.

Concluía yo mi artículo entonces con las siguientes palabras: “Desconocer la historia no es ninguna “fortuna” pues, según expresión reconocida, “El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla”. Sería muy deseable que los hijos de Ignacio González tuviesen la oportunidad de conocer la historia de Francisco Franco, pero, por favor, que no se la cuente el compañero de partido de su padre, el eurodiputado Mayor Oreja, ni el historiador de cámara del PP, Pío Moa. El remedio podría ser peor que la propia enfermedad”.

Pero cual no será mi sorpresa cuando leo en estos días unas noticias sobre el escudero de Esperanza que contradicen categóricamente aquellas declaraciones suyas. El bueno de Ignacio González ha reconocido que, para disfrutar los escasos periodos vacacionales que puede permitirse dada sus altas responsabilidades, dispone de un ático de más de 400 metros cuadrados en una urbanización de lujo de Marbella por el que paga 2.000 euros al mes a un casero poco convencional: un fondo radicado en el paraíso fiscal de Delaware.

Aunque si bien el conocimiento de esta noticia es impactante y hace sonar a falso la preocupación que les embarga -a él y a sus hijos- por la situación económica del país que, obviamente, a ellos no parece que ni les roce, la que a mí me ha dejado a cuadros es otra revelación relacionada íntimamente con ésta. Que el vicepresidente de Madrid tenga como vecina en el piso inmediatamente inferior al suyo en esta urbanización a Carmen Franco Polo: la mismísima hija del dictador

¡Ya hace falta tener jeta para afirmar que tus hijos no saben quien fue Francisco Franco cuando, ante la contingencia de quedarse sin perejil, los envías a pedírselo a la vecina de abajo que no es otra que la propia hija del inefable general! Dice el refrán que antes se coge a un mentiroso que a un cojo, pero mucho ha debido correr el cojo porque a este mentiroso lo hemos pillado con dos años de retraso.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas