Se preguntarán ustedes que dónde está la noticia. ¿Existe algo más normal y lógico que no se admita como socio de una organización racista a una persona que condena esta actitud? Pues hagan lo siguiente, sustituyan al presidente de la junta directiva del Ku Klux Klan por el reverendo Marcel Guarnizo, a la asociación racista por la Archidiócesis católica de Washington y al afroamericano que quería asociarse a aquella organización por una lesbiana que pretendía comulgar en el funeral de su madre.

Y cabría hacerse igualmente una pregunta muy similar a la formulada con anterioridad. ¿No es de la misma forma, algo natural y razonable, que un sacerdote niegue un sacramento como el de la Eucaristía -el cuerpo y sangre de Cristo- a alguien que lleva notoriamente una vida de pecado sin arrepentimiento alguno, es decir, a quien infringe de manera permanente y flagrante las leyes de una Iglesia de la que hace mofa públicamente? No en balde esa fue la justificación del reverendo: “No puedo darte esta comunión porque vives con una mujer y eso es pecado para la Iglesia”.

Resulta, no obstante, fuera de toda sensatez que aquellas personas que están muy alejadas del pensamiento católico -y recalco lo de católico porque no quiero decir religioso- se empeñen en participar en sus rituales a cualquier precio. La Iglesia es como es, y resulta tan absurdo que un defensor afroamericano de los derechos civiles quiera ser socio del Ku Klux Klan como que una lesbiana que es demonizada por aquella institución pretenda recibir sus sacramentos. Ya lo dijo de forma rotunda y a modo de sentencia inapelable el torero cordobés Rafael Guerra “Guerrita” cuando no pudo culminar una faena: “Lo que no pue sé no pue sé y ademá es imposible”.

Por todo ello quisiera hacer el siguiente llamamiento: Lesbianas y gays, partidarios del divorcio, de la interrupción del embarazo, del matrimonio entre homosexuales, de la igualdad entre hombres y mujeres, de la utilización del preservativo, de la manipulación embrionaria para salvar vidas humanas o de la investigación con células madre, que  las creencias religiosas que podáis profesar no os hagan cómplices de una institución como la Iglesia Católica -o cualquier otra de similar catadura- que condena vuestras propias convicciones éticas, políticas e ideológicas. “Ca uno es ca uno”, como aseveró también “Guerrita”, y no dejéis que cualquier organización pretenda socavar vuestros principios y vuestras certezas.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas