Se han puesto de moda los micros abiertos y los charlatanes imprudentes. A los prebostes de la derecha les pone eso de rajar a calzón quitado sin saber que están siendo grabados. Sea Rajoy, De Guindos o el jefe de la patronal. Éste ha sido el último en sumarse a este curioso pasatiempo. A Joan Rosell lo han trincado aconsejando su compañero de mesa (Arturo Fernández, su vicepresidente de la CEOE) contención en la euforia, será para evitar enfadar más a la gente a raíz de la lesiva reforma laboral. Saben que están siendo observados con lupa y no queda bonito meter el dedo en el ojo en demasía.

Escuchando esta mañana al pope de los empresarios me ha recordado, ahora que estamos a puertas del carnaval, a aquella chirigota del Yuyu que decía aquello de “alegría moderada”. Pese a sus esfuerzos, los patronos muestran una felicidad indisimulada con la medida del Gobierno del Partido Popular. Los muchachos andan entusiasmados con el favor que les han hecho sus colegas de la Moncloa. No se cortan, ofrecen su semblante de satisfacción, el pecho henchido y la mirada arrogante. Se deleitan con la pérdida de derechos de la clase trabajadora. Han recuperado el poder omnímodo de años atrás y sus empleados se han quedado tiritando ante la salvaje reforma de Rajoy. Como andan ufanos, se atreven con todo. Ahora quieren modificar la ley de huelga. A ver si de una tacada nos hacen retroceder al siglo XIX, a los tiempos de explotación y ausencia de derechos de la revolución industrial. Se quieren cargar todas nuestras conquistas de un plumazo en esta santa y cruel alianza de la derecha.