Recordamos que, como publicamos en este periódico, el exministro se había sentido menospreciado y sorprendido por su no nombramiento ni como ministro de Interior, ni de Justicia, cargos para los que aparecía en todas las listas. Igualmente contamos cómo Trillo consideraba su posible nombramiento como presidente del Consejo de Estado como un 'retiro' para el que, según nos dijeron en su entorno, no estaba ni mucho menos listo porque "se considera 'aún joven y mantiene sus aspiraciones políticas".

Esta vez Trillo diría sí
Sin embargo, esta vez lo que explican a ELPLURAL.COM en ese entorno de Trillo es que "la embajada de Washington es una embajada muy potente, muy atractiva, que no sólo él, sino cualquier político vería como un destino apetecible". O lo que es lo mismo, esta vez la salida que le propondría Mariano Rajoy sí le parecería digna y aceptable.

El problema de este nombramiento se encuentra, sin embargo, en el propio ministerio de Exteriores. Por un lado, según ha sabido ELPLURAL.COM, porque no está bien visto por los diplomáticos de carrera. Por otro, porque el propio ministro,  José Manuel García-Margallo, que ha llegado a Exteriores buscando conciliarse con los diplomáticos y molestarles lo menos posible, se había comprometido a poner punto final a los llamados "embajadores  políticos".

El ministro de la diplomacia recurre a Franco para contestar al 'rumor'
En este sentido, la decisión del presidente de Gobierno  forzando el nombramiento de Trillo, nada menos que para Washington, la embajada más deseada en la carrera diplomática, significaría en este sentido un 'bofetón' y una desautorización para García-Margallo.

Quizás por ello, no sin cierta ironía, cuando se le ha preguntado sobre la noticia, el ministro ha respondido  con una noticia, que más allá de lo que puede dar a entender sus referencias históricas, puede mostrar su escaso entusiasmo con el asunto:  "Les voy a contar una anécdota muy conocida -ha dicho García-Margallo a los periodistas-. Franco tenía una próstata extraordinariamente resistente y un general que no la tenía tanto se metió en el río con él y le preguntó, cuando ya no podía más: 'mi general, he oído que yo podía ser ministro'. Y Franco le contestó: 'pues yo no he oído nada'".