Las tendencias neoliberales, responsables últimas de la crisis económica mundial, basan su discurso en la demagogia ideológica más rastrera y descarada. Porque ese discurso, que se sustenta en esencia en la vuelta a un reparto medievalista e injusto de la riqueza, no puede exponerse de otro modo que a través de la demagogia, es decir, de la confusión y la mentira.

Es demagógico el discurso de la derecha que impone el recorte social como la gran medida necesaria para paliar la crisis, cuando las grandes empresas, la banca y las grandes fortunas han multiplicado con descaro sus beneficios en base a ella. Y lo es que se reduzcan servicios tan básicos como la educación y la sanidad, mientras la derecha conserva en sus filas y en cargos públicos a presuntos corruptos que se han enriquecido vergonzosamente y han mantenido estrechas relaciones con presuntas tramas mafiosas.

Y el gran gurú de la derecha española, experto en sembrar y regar con demagogia la indecencia política, gusta de seguir haciéndolo, tras las bambalinas, si se le presenta la ocasión; y, a modo de adalid ideológico, no deja de emitir sentencias demagógicas que refuerzan el obsceno y antidemocrático discurso neoliberal.

Hace pocos días el expresidente Aznar lanzaba varias de sus “bombas dialécticas” manifestando su receta mágica para salir de la crisis, crisis que él y otros políticos como él contribuyeron a gestar. Dijo, y ahí quedó eso, que tal receta no es otra que no más impuestos (aludía a los impuestos de los más ricos) y más liberalización, es decir, más privatizaciones. O lo que es lo mismo, propone como antídoto para la enfermedad más del mismo veneno que la incubó y la propagó.

Y se quedó como si hubiera descubierto las Américas cuando, en la misma entrevista, calificó como “marginal” al movimiento del 15 M . Añadió que no representa a la mayoría ni a una minoría relevante para España. Una vez más demagogia pura y dura. Me pregunto quién o quiénes educaron al expresidente en valores democráticos. Me pregunto si sabe que en democracia gana la mayoría, pero cuentan todas las minorías.

Una prueba fehaciente de su discurso parcial, interesado y demagógico es que el mismo hombre, el jueves 8 de marzo de 2007, en unas jornadas en Santander, organizadas por el “laboratorio de ideas” que él dirige, pronunció literalmente la siguiente frase: “Tenemos el derecho a sentirnos indignados, y tenemos el deber cívico y democrático de expresarlo públicamente”. Por supuesto, en este caso, indignarse no era algo "marginal", sino un derecho y además un “deber cívico”, porque esta “pedrada” iba destinada a la anhelada lapidación de la derecha a Rodríguez Zapatero.

Me pregunto si el señor ex presidente sabe que el movimiento de los “indignados” es mucho más que los jóvenes que duermen al raso en sus tiendas, que somos muchos los españoles que, como ellos, lo estamos ante el tremendo menoscabo que sus huestes están ocasionando a la democracia. Me pregunto si es consciente de que somos millones los indignados, tanto en España como en todos los países que sufren los estragos de la derecha neoliberal.

Me pregunto si en algún momento llegará a ser consciente del grave perjuicio que los acólitos del llamado neo-fascismo están causando en España y en el mundo. Me pregunto si piensa realmente en España, o sólo en esa España mediocre de cerrado y sacristía, que denunciaba Machado y él parece representar. Es más, me pregunto si personajes de este tipo, en serio y con la mente limpia, se pararán alguna vez siquiera a pensar.



Coral Bravo es Doctora en Filología