Venía ayer Zarrías desde Madrid a un maratoniano tour por la Subbética Cordobesa. Antes de llegar a Cabra, centro geográfico de Andalucía, acompañó a sus dos compañeras alcaldables de Zuheros y Doña Mencía, dos pequeñas poblaciones cercanas.

Allí optimizó el tiempo para comer con empresarios, visitar una quesería, la fiesta de las cruces, un hogar del pensionista, pasear por las calles, conocer directamente una empresa cárnica y mantener un encuentro con militantes. De allí se trasladó a Cabra. Atendió a los medios de comunicación, presentó el programa de la candidata socialista y actual alcaldesa, Maria Dolores Villatoro (a la que elogió calificándola como una de las regidoras que más rédito le ha sacado al Plan Zapatero en España con 50 proyectos y 6 millones de euros). Después tomó un aperitivo con los militantes socialistas egabrenses y se desplazó en automóvil a la estación del AVE de la capital para en el último tren, regresar a Madrid casi de madrugada. Zarrías, forofo del fútbol y colchonero confeso, se resignó a oír el segundo tiempo del Barça-Madrid de la semifinal de Champions en la radio del coche camino de Córdoba.

Y es que el incombustible Zarrías se ha puesto el traje de faena electoral y redobla esfuerzos para darle la vuelta a las encuestas, movilizar a la militancia, parar a la derecha e intentar galardonar a Javier Arenas, el campeón de las derrotas -frase acuñada por él- con un nuevo trofeo con sabor a nuevo fracaso electoral en su tierra.

La política andaluza desde años antes de la legalización del PSOE y el inicio de la autonomía está indisolublemente unida a quienes sus amigos llaman “Gaspi”. Zarrías ha sido de todo, desde fontanero político a creador de programas electorales; inventor de eslóganes triunfantes y muñidor de proyectos; cocinero de campañas y fraile coordinador de encuestas. Vicepresidente de Gobierno y líder orgánico del PSOE andaluz y de Jaén. Atesora recuerdos imborrables y conoce secretos de la alta y la baja política.

En numerosas ocasiones sus enemigos pretendieron vincularlo a operaciones políticas internas de todo tipo en distintos momentos. El fuego enemigo político y mediático quiso, y quiere, implicarlo en la salsa de todos los perejiles: cajas de ahorros, operación de radios y prensa, empresas, ayudas, etc... Todos fallaron y nadie pudo en más de 30 años demostrar nada de lo que pretendían.

Siempre ejerció en Andalucía como actor secundario pero de los que roba planos al galán protagonista  -y a la postre se lleva el Oscar- y ejecutó un esencial segundo plano. Eso no fue óbice para estar siempre, como ahora, en la primera fila de la actividad. Y según dicen ganando peso orgánico -y perdiéndolo en lo físico- ahora en Ferraz.

Por todo ello cuando se le ha preguntado por las amenazas que recientemente contra él ha dirigido el número dos del PP andaluz, Antonio Sanz, quien afirmó que “ahora van a ir contra Zarrías” -tras la cruel cacería a su amigo Manuel Chaves-, ha contestado que no merece ninguna contestación sino el más absoluto de sus desprecios. Contesta ahora con el desdén al adversario pero no dudará en responderle llegado el caso. Al fin y al cabo como dijeron en una ocasión de Zarrías: «A su abuelo lo fusilaron, el otro estuvo 14 años en la cárcel, su padre otros 12. A su padre y sus abuelos los callaron, pero ningún nuevo franquista va a callar a Zarrías».

Todavía recuerdo como hace bastantes años, en una sesión del Parlamento andaluz, siendo el actual Secretario de Estado Consejero de la Junta, un jovencísimo y muy engominado Antonio Sanz se enfrentaba con él en fuerte diatriba. La respuesta de Gaspar Zarrías, como la de ayer, rezumaba desprecio. “Sr. Sanz, deje de darle disgustos a su familia, dedíquese a estudiar y acabe la carrera”. Desconozco cuantos años necesitó el hombre de confianza de Arenas para acabar Derecho. Lo que sí me consta es que la Andalucía actual, la del Bienestar Social y la modernización, la de la transformación agraria y social, la de las importantes infraestructuras y la de avance en sus municipios, le debe mucho a personas como Zarrías que creyeron a pie juntillas y con ilusión en el sueño de la autonomía andaluza cuando otros criticaban por separatista el Título VIII de la Constitución. Y a personas como Sanz y Arenas, de momento, Andalucía no les debe nada. Los andaluces, precisamente, no le debemos nada a la derecha. Y creo que tampoco en el futuro.

* Juan Luis Valenzuela es Coordinador de ElPlural.com en Andalucía