Hace unos años comenté en un artículo unas declaraciones de Rajoy en las que defendía una cosa y la contraria, pero al mismo tiempo ninguna de las dos, por lo cual sacaba la conclusión de que se parecía mucho a lo que a veces veíamos en el club de la comedia. Ha pasado el tiempo, pero el PP  sigue instalado en la tradición del monólogo, un género que puede alcanzar un gran valor literario como fórmula teatral, y como ejemplo ahí está “Cinco horas con Mario”, pero que quizás no sea tan válido, ni tan valioso, cuando se da en el ámbito de la política.

El objetivo de la política, en términos muy sintéticos, es procurar el bienestar de los ciudadanos, y para ello es necesario el diálogo con ellos y al mismo tiempo entre las diferentes fuerzas políticas. Entre otras cosas porque solo desde el intercambio de ideas con otros podemos construir algo que nos identifique de forma colectiva y en lo que todos nos sintamos representados. Por su propia esencia, toda fuerza política aspira a gobernar, es decir, a ejercer el poder, de modo que cuando está en la oposición busca la manera de alcanzarlo o de recuperarlo si es que lo ha perdido. La labor de oposición ha de ser crítica, pero se puede realizar de tal modo que contribuya al beneficio de la colectividad, o se puede llevar a cabo desde una actitud que suponga el rechazo a cualquier medida que venga de quienes gobiernan en ese momento.

Esta segunda actitud es la que ha caracterizado siempre a la derecha española. Cuando está en el poder se siente satisfecha, orgullosa, segura porque ejerce algo que al parecer la corresponde no se sabe bien en función de qué extraña legitimidad, pero cuando está en la oposición se instala en el monólogo, en el aislamiento con respecto a las demás fuerzas políticas y con respecto a los ciudadanos que no pertenecen a su órbita política. Basta con volver la vista atrás y recordar cuándo, en su época como ministro de Trabajo, Javier Arenas era considerado el gran defensor del diálogo, del acuerdo y del pacto con las fuerzas sindicales, todo ello, hay que significarlo, en una coyuntura económica muy favorable, pero el dirigente popular en la oposición se caracteriza por repetir frases, por eludir responsabilidades y por negar cualquier posibilidad de acuerdo con los socialistas, también por intentar confundir a los ciudadanos con la legitimidad del presidente Griñán, lo cual no es sino ejemplo de un político que no está interesado en que los ciudadanos adquieran cultura política y conozcan los mecanismos de funcionamiento de las instituciones, algo que también ha caracterizado a lo largo de la historia a la derecha.

El último ejercicio de monólogo lo están realizando con las críticas a Televisión Española, mediante el ejercicio de negar la realidad, de no querer atender a lo que se les dice desde el exterior, de no querer preguntarse acerca de por qué ningún medio está interesado en esa campaña de denuncia de que los medios públicos están contra ellos. Claro que para monólogo el del líder, Mariano Rajoy, quien no hace ruedas de prensa, así evita que se le pregunte por la situación de su partido en Valencia, o no da la cara para explicar por qué consiente que dirigentes muy significados de su partido hagan esas afirmaciones tan insultantes para cualquier demócrata en el tema del terrorismo.

Supongo que algún día la derecha gobernará en España y en Andalucía. Los demócratas no pondremos en duda su legitimidad, pero no tendrán el respeto de los ciudadanos que defendemos el diálogo como instrumento, se esté en el gobierno o en la oposición.