Grandes historiadores de reconocido prestigio internacional elogian esta obra. Paul Preston afirma que “es una hazaña de la que cualquier historiador internacional se sentiría muy orgulloso”. Ángel Viñas, por su parte, aduce que “Julián Casanova ha escrito una brillante síntesis sobre las políticas e ideologías que desencadenaron la crisis europea del siglo XX”.

El autor ha tenido la gentileza de acceder a esta entrevista para ELPLURAL.COM y de responder a nuestras preguntas, cuyo objetivo se alínea con el interés de difundir obras que aportan información rigurosa y honesta al conocimiento de nuestro pasado reciente, y de desvelar ese pasado histórico y político que, desde la integridad académica e intelectual, nos ayuda a entender en su complejidad nuestro propio presente.

Profesor Casanova, en Europa contra Europa detiene su mirada de historiador en dos décadas que fueron decisivas en la historia europea ¿hasta qué punto considera que esas dos décadas demarcaron lo sucedido tras el final de la Segunda Guerra mundial hasta nuestros días?
La Primera Guerra Mundial es la línea divisoria de la historia de Europa en el siglo XX. La guerra, la movilización militar desarrollada por los países que participaron en ella, la revolución rusa y el hundimiento de los imperios marcaron la historia posterior. Cuando comenzó esa guerra en 1914, todos los imperios eran monarquías hereditarias, salvo Francia que era una República. En 1919, sólo Gran Bretaña se mantenía como imperio monárquico. Todos los demás habían caído y de su derrumbe surgieron repúblicas democráticas o la revolución bolchevique.

De la Primera Guerra mundial habían surgido el comunismo y el fascismo, que arrastraron a las masas en ideologías que defendían el antiguo orden o, por el lado contrario, las reivindicaciones de los trabajadores en la incipiente sociedad de masas; desde su visión de historiador ¿considera que hubiera sido posible una transformación política y social en una Europa sedienta de cambios de manera pacífica y sin revoluciones ni integrismos ideológicos?
Eso es lo que se pretendía antes de la Gran Guerra de 1914-1918 y lo que soñaron después muchos. Pero eso, como la historia probó, resultó imposible. Todas las repúblicas que surgieron del derrumbe de los imperios fueron a su vez derribadas por contrarrevoluciones, dictaduras militares o movimientos fascistas.

Hablando de integrismos, parece ser una constante en parte de la historia del siglo XX el triunfo de una cultura del enfrentamiento, ¿qué factores considera que alimentaban esa cultura del enfrentamiento que se instauró en la Europa de la primera mitad del siglo?
La idealización y ensalzamiento de la violencia como una forma de protesta política y social frente a la decadente sociedad burguesa comenzó a extenderse desde finales del siglo XIX en algunos círculos nacionalistas, especialmente en los territorios con mezcla étnica, y en otros marxistas y revolucionarios, que defendían el uso de la fuerza para cambiar la sociedad. Las principales potencias imperialistas, por otro lado, ejercían una importante violencia en los territorios colonizados, aunque estuviera ausente en las metrópolis, con justificaciones de la represión sobre pueblos inferiores, que alimentaron planteamientos ideológicos racistas más elaborados después de 1914.

Centrándonos en España, no participó en ninguna de las dos guerras mundiales, aunque compartía las tensiones entre los que ansiaban mantener el estatus político-social precedente y los que anhelaban “un mundo nuevo e igualitario”. ¿Cree que la República en España fue consecuencia de ese anhelo de democratización que parecía recorrer la médula del viejo continente?
Participa de ese proceso, aunque llega más tarde y cuando los vientos que soplaban eran claramente autoritarios. Pero los dos primeros años fueron de reformas y enormes expectativas

¿Qué significaron para España los cortos años de la República?
El programa de reformas políticas y sociales más intenso que ha conocido su historia. Bloqueado desde arriba, con intentos revolucionarios desde abajo y con una sociedad civil que no estaba acostumbrada a la democracia y al imperio de la ley.

Escribe, al final del capítulo quinto: “La victoria de Franco fue también una victoria de Hitler y de Mussolini. Y la derrota de la República fue asimismo una derrota para las democracias”. ¿Puede sintetizar los motivos principales que acabaron con la República española, tan denostada desde diversos círculos?
La retracción de las potencias democráticas y la intervención de las fascistas. En eso hay un acuerdo básico entre los historiadores. La República tuvo más problemas para conseguir armas y menos apoyos internacionales. Y como consecuencia de eso, su ejército sufrió más derrotas, lo que debilitó la unidad en la retaguardia y generó mucha más división interna que en el bando franquista.

¿Encuentra similitudes entre los radicalismos y esa cultura del enfrentamiento de la Europa de 1914-1945 con el momento político actual?
No muchos, aunque la democracia es frágil y conviene cuidarla. De lo que pasó entonces se extrajeron lecciones que nos han llevado a un mundo mejor, aunque tenemos la obligación de fortalecer la sociedad civil, cuidar la democracia, vigilar la violación de los derechos humanos… Y muchos políticos, periodistas e intelectuales no ayudan a eso.

Una alusión habitual en su discurso es la que se refiere a la importancia de la memoria frente a la amnesia, y al papel del historiador como un cronista profesional del pasado. ¿Considera el conocimiento de la historia como un antídoto que previene de la repetición de los errores del pasado?
El conocimiento de la historia forma parte de nuestra identidad como ciudadanos de un determinado país. Leer, pensar, razonar, saber valorar críticamente el mundo que nos rodea. Eso es lo que nos ofrece el análisis del pasado.

¿Quizás la labor del historiador no debería limitarse a la esfera académica, e interactuar más con la sociedad?
Yo creo que sí, pero otros consideran que no es necesario ese compromiso social.

Dado su trabajo de riguroso investigador, se me ocurre preguntarle si para usted, como dijo el historiador francés Marc Bloch, es placentero buscar la verdad.
La verdad absoluta es una ambición inalcanzable. Pero en la historia hay una parte de verdad que debemos buscar. Y no comparto la idea postmodernista de que la historia es una forma más de ficción.

Tras esta pequeña charla con Julián Casanova nos queda la grata impronta de que en este país hay historiadores que, con rigor, prestancia e integridad intelectual, se dedican a investigar y a difundir nuestro pasado sin mediatizaciones y sin intereses ideológicos. Y, sea o no el conocimiento del pasado un antídoto para evitar cometer errores, una sociedad que conoce bien su historia es, sin duda, más culta, más sensata y, por lo tanto, es una sociedad mejor.

Coral Bravo es Doctora en Filología