Tan importante como proteger nuestra piel de la radiación solar, es cuidar de nuestros ojos.

En muchas ocasiones recurrimos a las gafas de sol más por estética que por una cuestión de salud, lo que constituye un error que nos puede costar caro.

El problema más común asociado a la exposición continuada a la radiación ultravioleta es la oftalmia o fotoqueratitis, que se caracteriza por “pequeñas ulceraciones, quemaduras en la superficie ocular”. Así lo explica a ELPLURAL.COM el doctor Jordi Farrando, especialista en retina del Instituto Oftalmológico QuirónSalud de Barcelona.

El paciente suele presentar “picor, lagrimeo, enrojecimiento, intensa fotofobia e incluso disminución de la visión”. Eso sí, el proceso “suele ser autolimitado” y con lubricación ocular por medio de lágrimas artificiales “mejora al cabo de unas horas”, aunque en casos más graves “puede ser necesario un tratamiento antinflamatorio”.  

Sin embargo, a la larga, el sol también puede acabar causándonos problemas serios como cataratas, pterigion, “una proliferación conjuntival hacia la córnea”, degeneración macular y melanomas coroideos. La catarata puede solucionarse “con cirugía”, subraya este especialista del centro catalán, pero no ocurre lo mismo con la degeneración macular, que es mucho más difícil de abordar. Y los melanomas coroideos, aunque son poco frecuentes, al igual que ocurre con los cutáneos, pueden llegar a causar la muerte.  

Filtros homologados

Para proteger nuestra vista es clave utilizar gafas de sol y éstas han de tener filtros solares homologados por la CE, que permitan una protección UV del 100% (UVA y UVB). Es necesario por lo menos un “filtro grado 3”, recalca el doctor Farrando. Las gafas envolventes son las más recomendables, ya que evitan la filtración por los laterales. “Muchas veces las monturas que se usan no son las más adecuadas porque las pensamos desde el punto de vista estético, no en función del bloqueo de la luz”, insiste este médico.

Eso sí, que sean polarizadas o no, no afecta a la salud ocular, “es igual de eficaz; la polarización lo que hace es mejorar la nitidez de la visión alineada a los reflejos”.

Aunque utilicemos gafas de sol, conviene hacer uso también de gorra o sombrero, sobre todo, en las horas centrales del día.

Especial cuidado se ha de tener con los niños. Los más pequeños suelen ser reacios a utilizar gafas, sin embargo, son recomendables a partir de los tres años. Ellos “tienen una lágrima de más calidad y mayor tolerancia a estar expuestos al sol”, aclara este oftalmólogo, “no tienen sensación de deslumbramiento y no se quejan”, pero que no presenten molestias no implica que no deban “estar protegidos”.

Cuidado con las piscinas y los aires acondicionados

Pero no solo es sol puede dañar nuestros ojos, también el agua de las piscinas y los aires acondicionados pueden afectar a nuestra salud ocular. El cloro es un gran irritante y a él se suman otros agentes como las cremas protectoras o el sudor de los bañistas. Los aires acondicionados y ventiladores, por su parte, producen mayor evaporación de las lágrimas, ocasionando sequedad e irritación.  

“Las gafas de natación son el mejor aliado en piscinas”, añade el doctor Jordi Farrando, “para evitar el contacto tanto con los desinfectantes del agua como con posibles gérmenes”. 

Está desaconsejado utilizar lentillas durante el baño, ya que su contacto directo con la córnea produce unas condiciones de oxigenación que favorecen infecciones por hongos, protozoos y bacterias que pueden llegar a ser muy graves.

Después de nadar, es importante enjuagar los ojos con agua fría para eliminar los residuos de cloro o sal que puedan quedar y secarlos con una toalla suave.

El viento fuerte también es perjudicial, ya que arrastra gran cantidad de partículas (polvo, arena, contaminantes…), ocasionando irritación o cuerpos extraños enclavados.

Más conjuntivitis y orzuelos

El verano es, además, la estación del año en la que más frecuentes son las conjuntivitis, ya sean de tipo alérgico o infeccioso. Los síntomas: enrojecimiento, picor, sensación de arenilla, sensibilidad a la luz y lagrimeo. Las altas temperaturas favorecen los niveles de contaminación provocando la aparición de este tipo de problemas.

La intensidad y la frecuencia de los síntomas nos indicará cuándo debemos consultar al médico. “Si son síntomas leves que se presentan de forma ocasional basta con un tratamiento dirigido a la lubricación del ojo”, aunque si los síntomas son intensos, hay cúmulo de secreción, o perduran en los días o es preferible acudir al especialista.