Los impotentes están de suerte. Un nuevo afrodisiaco ha salido a la venta y llega de la mano del octogenario Fernando Sánchez Dragó. Un producto llamado Homo Erectus que como su nombre indica demuestra una preocupación tan antigua casi como el ser humano. El cumplir de los hombres en asuntos de alcoba.

Ya desde tiempos antediluvianos los afrodisíacos tuvieron gran importancia, en el capítulo 30 del Génesis, Raquel se peleó con Lea por unas mandrágoras, finalmente Lea cedió en darle este afrodisiaco a su adversaria pero a cambio exigió que Raquel le dejase “dormir” una noche con Jacob.

Al final no se sabe si por efecto de las mandrágoras o por dejar contentas a ambas, tanto Lea como Raquel acabaron teniendo hijos de Jacob, sin contar todos los bombos con los que acabaron otras tantas sirvientas del patriarca bíblico.

Por éste y otros precedentes míticos se hizo creer a los impotentes que remedios mágicos podían reverdecer su vigor. Pero ojo, no funcionaban con los impotentes, también los hombres encargados de coyundas titánicas podían cumplir gracias a la magia. Un buen ejemplo de esta esforzada vida sexual lo tenemos en el rey Salomón cuando el Libro de los Reyes nos dice que Salomón “Tuvo setecientas esposas que eran princesas, y trescientas concubinas” por las que adoró otros dioses con tal de tenerlas satisfechas.

Ante la humana imposibilidad de dar gusto a tantas señoras, libros sagrados como la Biblia y supersticiosos como el Grimorio de San Cipriano han barajado la idea de lograr los placeres por medio de lo sobrenatural.

Los afrodisíacos son un buen ejemplo de esas creencias, el caso de Fernando el Católico es el más conocido, pues tras enviudar de Isabel y casarse con la jovenzuela Germana de Foix recurrió a un feo potaje que más que darle vitalidad para empreñar a Germana terminó por llevarle a la tumba.

Fernando el Católico víctima mortal de los afrodisíacos

Otra pieza fundamental para entender este anhelo tan primario, lo vemos en el Libro del Coito, escrito por el monje Constantino el Africano en el siglo XI donde con cierto criterio científico intenta aproximarse al porqué de la disfunción eréctil. 

Constantino el Africano es otro buen ejemplo de la gran preocupación que supuso desde la Edad Media la falta vigor en los hombres

Pero la escasez no siempre ha sido el principal problema en el terreno sexual, también el exceso preocupó en la historia de España. Así lo refleja un romance sefardí en el que se narran los peligros de un paipero (corrupción fonéntica de Pater Pero) o lo que es lo mismo, un sacerdote cristiano, al cual unas mujeres se sobrentiende que no cristianas le dicen:
¿Qué es esto Paipero? ¿Qué es esto Señor? ¿Qué es esto que asoma por él su calzón? a lo cual él responde: Esta es la escopeta con que cazo yo y estas son las balas de la munición.
La historia concluye con el sacerdote cristiano subiendo a aquella especie de harén, los versos lo dicen todo:

Ciento veinte damas todas empreñó
menos la cocinera que para ella faltó
no faltó, mi vida, que aquí la traigo yo
Tras de los anafes (los hornos) allí la empreñó
Todas paren niñas, la criada varón
Ciento veinte cunas, todas en derredor
Menos la cocinera que en el terrazo colgó.

La iconografía erótica del cristianismo ha generado no pocos debates