Mucho se ha hablado de las relaciones del rey con afamadas actrices pero poco sobre el tema del que hoy nos ocupamos. ¡Perdón! antes de seguir puntualizo que me refiero al rey Felipe IV, no vaya a ser que algún lector se nos despiste y no sepa de qué rey se habla.

Felipe IV, gran mecenas de las artes, lo fue también el teatro, a él se le debe el Coliseo del Retiro y las innumerables mejoras del teatro del Alcázar de Madrid. Su trato más que cercano con actrices como María Inés de Calderón, más conocida como la Calderona, es de sobra sabido y fruto de aquel idilio fue Don Juan José de Austria uno de los más célebres políticos de aquel Siglo de Oro.

Cuentan las habladurías que tan sonado fue el romance en la corte que las otras damas a las que cortejaba el rey hacían chanzas del asunto, y aunque sólo es una leyenda las bromas no eran para menos, dado que la Calderona había pasado de ser la actriz más afamada del momento a ser encerrada como abadesa en el recóndito pueblo de Valfermoso de las Monjas (Guadalajara). Esto hizo que alguna de las pretendientes reales rechazasen al monarca afirmando que ellas carecían de vocación religiosa, al saber el fin que les esperaba.

María Inés de Calderón, de estrella del teatro a abadesa en un conventoSin embargo hoy por ser el aniversario 424º aniversario de su nacimiento nos ocuparemos de otro personaje singularísimo y del que incluso dicen que fue alcahuete entre la Calderona y el rey, hablamos del cómico Cosme Pérez más conocido como Juan Rana.

Posiblemente fue uno de los actores más relevantes del Siglo de Oro, su ingenio sobre el escenario era tal, que diferentes dramaturgos escribieron obras a la medida del cómico con títulos que han pasado a la historia como El doctor Juan Rana de Luis Quiñones de Benavente, o El triunfo de Juan Rana de Calderón de la Barca. Se decía que solo con salir al escenario ya provocaba la carcajada y no era para menos pues representó infinidad de escenas haciendo de bobo, de marido cornudo, de alcalde simplón, e incluso llegó a interpretar su propio nacimiento en el que él hacía de parturienta.

Una de las figuras claves en el teatro del Siglo de Oro fue sin duda el cómico Juan Rana

Y la verdad es que casi cualquier estampa de Juan Rana era cómica de por sí, contrahecho, algo enano, con voz aniñada. Sin embargo, no todo fueron risas en la vida del actor.

En octubre de 1636 las penas contra la homosexualidad se habían endurecido, incluso se habían prohibido las guedejas por afeminar el aspecto de los hombres. Pues bien, fue entonces cuando los “avisos” o noticias de la época narran el descubrimiento por parte de la Inquisición de “un numeroso enjambre” de homosexuales ente los cuales acabó implicado y preso el famoso actor Juan Rana.

De hecho, la ambigüedad de muchos papeles del cómico han hecho que algún experto teatral interpretase el apelativo de Rana como un término poco claro al no ser “ni carne ni pescado”. Sorpresivamente dada la crueldad de las penas contra la sodomía, los avisos de noviembre de ese mismo año anuncian:

“En cuanto al negocio de los que están presos por el pecado nefando, no se usa del rigor que se esperaba, o sea esto porque el ruido ha sido mayor que las nueces, o sea que verdaderamente el poder y el dinero alcanzan lo que quieren. A don Nicolás, el paje del Conde de Caserillo, vemos que anda por la calle, y a Juan Rana, famoso representante, han soltado.”

Todo apunta a que la intervención del rey fue clave para liberar a Juan Rana, de hecho, mantuvo una buena amistad con el cómico en los años sucesivos, algo con lo que la Inquisición no contaba, pudiéndose decir que al final la condena por homosexual, les salió “rana”.