Pocas veces habían tenido tanta repercusión las condenas por humor como las planteadas en los últimos meses por los tribunales españoles. Sin embargo, en nuestro país se persigue el humor desde hace siglos, y ojo, no podemos tampoco argumentar que la persecución del humor se haga en pos de defender a las víctimas.

Baste sólo con pensar lo extendido que sigue estando la expresión “Espabila Favila… que te come el oso” un dicho coloquial y tan escandaloso como podría ser cualquier otro de los tuits actuales, pues recordemos que la muerte de este monarca ha sido argumentada con todo el rigor como un asesinato político, siendo el oso que devoró a Favila un mero instrumento, habiendo muerto el rey a manos del terrorismo medieval.

Pero claro… la honrosa memoria del rey Fávila poco importa frente a otros jefes de estado y no es cuestión de lejanía en el tiempo. En 1870, Marcelino Menéndez Pelayo reconocía haber visto en Santander una atracción de feria consistente en la cabeza decapitada del Condestable de Castilla Don Álvaro de Luna.

Sin irnos tan lejos, el atentado terrorista contra el general Prim, también se banalizó hasta ser convertida en aquella canción infantil que quizá algún lector recuerde “En la calle del Turco le mataron a Prim sentadito en el coche con la guardia civil…”. Pero no solo eso, precisamente bajo la misma sensibilidad que algunos jueces demuestran ante casos recientes, podríamos argumentar que dicha canción es una clara incitación al odio pues en ella se hace partícipe al hijo de Prim diciendo:

“Quien ha sido el infame qué a mi padre mató. Y aunque soy chiquitito y no tengo la edad, la muerte de mi padre, la tengo que vengar”

¿No es una incitación al odio la canción infantil de la Calle del Turco?¿Por qué entonces solo se persigue el humor contra ciertos jefes de estado? ¿O porqué solo hacia cierto terrorismo? ¿Cuáles son los límites del humor? ¿Y cuáles los de la sensibilidad?

Podría pensarse que hay estamentos del poder contrarios al humor y no solo en base a estos ejemplos si no a datos concretos como la condena a muerte del humorista Carlos Gómez Carrera, alias Bluff quien satirizó al joven general Franco en la revista La Traca o más atrás en el tiempo, el destierro del bufón Cristóbal de Castañeda y Pernía por hacer decir una broma ridícula del Conde Duque de Olivares. 

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El bufón Cristóbal de Castañeda fue condenado al destierro por una frase, cuatro siglos antes invento de twitterIgualmente, se argumenta con los casos actuales, cuestiones como el mal gusto o el humor negro como aliciente condenatorio, pensando que más atrás en el tiempo el humor era más ingenuo o almibarado pero a poco que uno revise la coplillas como esta, escritas contra María Luisa de Parma y Godoy veremos que dejan muy atrás en barbaridades a las actuales portadas de las revistas satíricas.

La realeza le dio

muchos favores

pero él solamente,

ajipedobes.

 

¡Anda, Luisa.

Pronúncialo a la contra.

Verás qué risa!

María Luisa de Parma receptora según las coplillas dieciochescas de los famosos “ajipedobes” pronunciados al revés