La historia de José Luis Blanco no deja indiferente, aunque según cuenta a ELPLURAL.COM a la indiferencia es a lo que se enfrentan cada día él su mujer.

Hace nueve años su caso saltó a los titulares porque de forma casual, descubrió que, administrativamente, estaba muerto, y ahora, denuncia, “casi me matan de verdad por una negligencia”.

La pesadilla comenzó en el mes de junio, cuando “ya tenía una infección de orina que no me trataron”. En noviembre, después de requerirle al médico de familia unos resultados “que se negaba a darme”, acabó ingresando en el Hospital de Torrevieja, con “fallo renal, edema pulmonar y sepsis”. “Me operaron a vida o muerte”, recuerda con horror este discapacitado de 63 años que depende por completo de su mujer Isabel, también discapacitada.

Todavía tiene dudas sobre “qué va a pasar conmigo, porque me encuentro muy mal y sigo teniendo infección”. Mientras trata de recuperarse poco a poco, el matrimonio mantiene una lucha titánica con la administración.

En un primer momento, denunció el caso ante el coordinador del centro, que “me dio la razón, diciéndome que él hubiese tratado la infección y que le daría un ‘toque’ al médico de familia”.

En febrero presentó la queja por escrito “que curiosamente desapareció”, así que volvió a redactarla, esta vez en el Servicio de Atención al Paciente del hospital en que fue intervenido. Le cambiaron de forma urgente de médico asignado, pero, de momento, no ha habido más respuesta.

No están solos. Cuentan con la colaboración de Carmen Flores, presidenta de la Asociación El Defensor del Paciente, a quien José Luis define como “mi ángel de la guarda”, desde que se conocieron a raíz de su muerte legal. Ella ha remitido un escrito al presidente de la Comunidad Valenciana y a la Consejería de Sanidad.

Amenaza de multa

La lucha por la propia vida no es la única que mantiene este gran dependiente sin recursos. Reside en la localidad alicantina de Rojales desde el año 2014, cuando “mi médico de Alcalá de Henares me dijo que ya no podía hacer nada más por mí y me recomendó vivir en un lugar más cálido.

La Comunidad de Madrid amenaza con imponerle una sanción de 8.000 euros por no haber trasladado entonces el expediente de dependencia. “Sí lo hice”, dice con convicción José Luis, que percibe una ayuda mensual de 257€. “Fui al Ayuntamiento a preguntar en varias ocasiones y me dijeron que allí “no existía eso de la dependencia”.  Este mismo año, al insistir le sugirieron que no hiciese ningún cambio, ya que “aquí no se paga o se paga mal”. 

Al borde del desahucio

Por si fuera poco, Juan Luis e Isabel han estado a punto de perder su casa. Su contrato de alquiler vencía y la empresa que lo gestiona no pensaba renovarlo. Sin embargo, “cuando les expuse que, dada mi situación, no me podía ir, consideraron el caso excepcional y prometieron estudiarlo”. La respuesta llegó en forma de burofax y marcaba el día en que tenían que irse. La situación, sin embargo, parece haberse arreglado, y están a la espera de la copia del nuevo contrato, aunque “hasta que lo vea, no lo creo”, confiesa José Luis.

Los políticos tienen la culpa

En una nueva paradoja, al igual que cuando estaba oficialmente muerto, pero “me pagaban la pensión todos los meses”, a José Luis, le han quitado la dependencia, pero, de momento, conserva los 257€ que percibe de ayuda, y que son los que le reclama el gobierno de Madrid. Eso implica que, “si tengo que comprar una silla de ruedas o una para la ducha, no puedo”, cuenta a este medio con preocupación.

No quiere oír hablar de los políticos; “son todos iguales”, recalca. “Rajoy lo primero que hizo fue quitarnos el 30% de la ayuda por discapacidad”. A su juicio “él es el culpable de que “la sociedad nos odie”. “Cuando señala que hacen falta tres trabajadores para pagar una pensión”, subraya José Luis, “hace que se nos vea como unos ladrones”.  

Aunque quien más le ha decepcionado no es el Partido Popular “que ya se sabe cómo son”, sino Ciudadanos. “Albert Rivera se comprometió con nosotros y nos ha traicionado”. No puede evitar referirse a Urdangarín, Blesa o Rato, ¿y qué pasa con los discapacitados?, se pregunta.

Asegura, desesperado, que no sabe cómo va a salir adelante, pero una cosa tiene clara: “Nadie me pidió disculpas por el error de hace nueve años y nadie me las va a pedir ahora”