El dolor de quienes perdieron a un ser querido aquel terrible 11 de marzo no entiende de tiempos. Han aprendido a vivir con él, mientras el reloj ha seguido marcando minutos, horas, días, meses. Y así, 13 años después de la masacre, los responsables van saliendo de prisión, frente a la indignación de quienes van seguir para siempre encarcelados en el duelo.

En febrero quedaba en libertad Youssef Belhadj, cerebro de los atentados y el 21 de este mismo mes será Hamid Ahmidan quien deje la cárcel.

“Respeto la justicia y las sentencias”, dice con convicción a ELPLURAL.COM Isabel Casanova, que perdió a su Jorge aquel fatídico día. Sin embargo, “es doloroso saber que ellos están en la calle disfrutando de sus familias y mi hijo no puede hacerlo”.  Por unas cosas u otras, lo cierto es que “no pasa un 11 de marzo en que estemos tranquilos”, confiesa.

Las últimas informaciones publicadas en algunos medios pro teorías conspiranoicas tampoco ayudan a mantener los ánimos serenos en fechas tan complicadas. Isabel cuenta a esta medio que recientemente en una inauguración de una exposición fotográfica sobre el 11-M en Alcalá de Henares, “el Ministro, cogiéndome las manos me dijo: ’ya sólo hay una verdad’”.

Aunque agradece el gesto, para Isabel es necesario que estas declaraciones que se hacen en la intimidad se hagan públicas y se digan bien alto.

“Los ciudadanos han de saber por voz del Partido Popular que sólo hay una verdad”. Del mismo modo, cree que ya ha llegado la hora de que el PP pida perdón por todas las mentiras vertidas aquellos primeros días. Que lo hagan los responsables entonces o en su nombre los de ahora”. 

Isabel quiere dejar claro, además, que ella y sus compañeros “se han sentido siempre arropados por la sociedad. "Si hay otros que no, es su problema, que sigan buscando su verdad”, afirma tajante. 

María José Campos, como Isabel, sabe bien lo que es perder un hijo. En su caso se llamaba Sonia y tenía 25 años. “Jamás se olvida” insiste, pero “cuando llegan estas fechas se hace todavía más duro”. Habla serena y sin silencios, pero, sin embargo, su voz delata el sufrimiento de quien vive “porque tenemos que vivir”. Trece años después de la tragedia todo ha cambiado. Ya es abuela. Su hijo Marcos lo que le dado un aliciente más para aferrarse a la vida.

Saber que los autores de los crímenes están en la calle le hace sentirse impotente. “Nosotros somos lo que hemos perdido. Ellos salen y pueden hacer lo que quieren. Sus condenas, no son nada”.

Ante las noticias que se han hecho públicas en las últimas semanas responde con indignación. “No quiero ni oírlas. Es hacernos daño de forma gratuita. Al principio nos dijeron unas cosas, luego en el juicio fueron otras y ahora pretenden volver a cambiar”.

Este tipo de informaciones, subraya “para las víctimas son peor”.  ¿Qué quieren que pensemos?, se pregunta. “Sólo ayudan a aumentar nuestra pena”.