Carmen y Juan, al igual que miles de familias, pasarán el fin de semana más frío de lo que llevamos de invierno sin ninguna fuente de calor que les ayude a sobrellevar las gélidas temperaturas.

Son dos de los rostros de la realidad que se oculta tras los números de cuánto ha subido o va subir la luz y el gas.

Tienen 60 y 63 años y su vida rota. Les desahuciaron en 2012, perdieron su casa por impago tras pasar a ingresar ambos las dramáticas listas del paro. Hoy viven en un piso de alquiler social.  “Nos quedamos cobrando yo 426 euros y mi marido 20,52”, recuerda Carmen, aunque “luego se lo subieron a 60 euros y ahora percibe 86, pero estuvo 8 meses sin cobrar nada”. 

Esta luchadora nata a la que le han arrebatado todo menos su dignidad, confiesa que le “da miedo” poner la calefacción. “Sólo tenemos un radiador pequeño, pero no nos atrevemos a ponerlo por si luego nos sube la factura”. Reconoce con pudor que “a veces la ponemos a ratitos pequeños”, pero aclara rápidamente que “enseguida la quitamos”.  Las mantas son el recurso que tienen para luchar contra el frío.

Para este matrimonio residente en el municipio madrileño de Coslada, la ayuda que les presta el Ayuntamiento y Cáritas es fundamental. “Si no, no podríamos vivir, no sé qué haríamos”. El Consistorio, a través de su concejalía de Servicios Sociales, “nos paga el alquiler, la luz y el gas”, les da entre 200 y 300 euros mensuales “nos ayuda muchísimo”. Cáritas, por su parte, cubre las necesidades alimentarias. “Me dan lentejas, pasta, pan congelado, …”. Su voz se torna alegre al recordar que “de vez en cuando me dan un pollo y, el otro día, costillas”.

Esta mujer se pregunta cómo es posible haber llegado hasta aquí si comenzó a trabajar a los 12 años. Juan ha sido trabajador autónomo toda su vida, y todavía “no se puede jubilar”. A él la situación le ha conducido a una depresión que lucha por vencer. “Está apuntado en la bolsa de empleo del Ayuntamiento y en el paro”, recuerda Carmen, pero “nadie le llama porque lo consideran viejo”.

Su voz es dulce, pese a que deja entrever la dureza de la realidad a la que se enfrenta cada mañana. No escatima los halagos para quienes no les han dejado en la estacada. Habla con cariño de Esther Riaza, la técnico de Servicios Sociales del Ayuntamiento cosladeño y rememora con emoción el día de nochebuena en el que una chica de Cáritas le dio de su propio bolsillo 50 euros.

Para superar el día a día agudiza el ingenio y “si hoy comemos macarrones, mañana ensalada de macarrones”.  

Carmen y Juan tienen tres hijos, pero cada uno de ellos con sus propios problemas, su situación es difícil y “no les permite ayudarnos”.

En materia de ayudas sociales, también hay Ayuntamientos más sensibles que otros. Coslada se encuentra, según datos de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, entre las ciudades de España que más dinero dedica a este capítulo. El otro lado de la balanza lo inclinan muchas otras administraciones locales de distinto signo político.

Carmen y Juan seguirán recibiendo las ayudas que les permiten sobrevivir. Sin embargo, este fin de semana, con la electricidad más cara desde 2013, ni siquiera podrán encender su pequeño calefactor  “un ratito”.