Después de seis meses de desgobierno total, marcado por la sospecha de que flirteó con el Kremlin para boicotear a Hillary Clinton, ya es oficial que el inquilino de la Casa Blanca se ha marchado de vacaciones. No demasiado lejos de Washington, cierto es, pero si es capaz de sujetar sus dedos y mantenerse apartado de Twitter, el mundo podrá respirar un poco más tranquilo durante las próximas dos semanas.

No será lo mismo para él. Aunque se pase el día pegado al palo de golf en un campo de su propiedad en New Jersey, se supone que alguien le contará cómo van las cosas de palacio. Un Presidente lo es a jornada completa y, aunque solo sea durante un rato antes de irse a dormir, debería valorar las noticias que sobre su situación publican los principales medios de Estados Unidos, por mucho que les odie.