Lo demostró la victoria de Zapatero sobre Bono en el 2000 por solo nueve votos: los procesos de elecciones primarias en busca de líder pueden concluir con sorpresas inesperadas. Aunque no tanto por el estrecho margen de votos, una historia similar se ha repetido recientemente en tres países donde los partidos eligen a sus dirigentes con la mirada puesta en las elecciones, Francia y Reino Unido, o directamente para convertirlos en candidatos presidenciales, como en Estados Unidos.

En estos tres países el resultado de las primarias de algunos partidos ha sido muy diferente al esperado. En Estados Unidos porque en el partido Republicano resultó elegido un "outsider" de la política que ha terminado siendo el presidente más controvertido de la historia del país; en Francia, porque el candidato elegido por la militancia del partido Socialista no contó con el apoyo del aparato y perdió estrepitosamente; y en el Reino Unido, porque el partido laborista ha elegido en dos ocasiones consecutivas a un líder que, según las encuestas, nunca conseguirá ganar unas elecciones.

Así han discurrido esos procesos de primarias:

Trump, cuestionado por el partido Republicano

Se dice que fue en la cena de corresponsales de la Casa Blanca de 2011, en la que Obama le humilló, cuando el empresario Donald Trump decidió que quería ser presidente. Como tenía suficiente dinero para pagarse la campaña, inició su andadura en febrero de 2016 con la mirada puesta en la Casa Blanca. Lo hizo con fuerza, porque inmediatamente empezó a superar a los otros 16 candidatos del partido Republicano. A la mitad del recorrido ya estaba situado entre los primeros espadas y, estado tras estado, fue ganándose la confianza de los votantes conservadores gracias a su labia desmedida, su facilidad para ofender a sus adversarios y propuestas llamativas como la de construir un muro de separación con México. A finales de mayo ya tenía los delegados suficientes y en la Convención Republicana del mes de julio fue designado candidato del partido a pesar de las críticas de algunos pesos pesados del mismo que no se fiaban de él.

Las primarias del partido Demócrata fueron mucho más reñidas. El izquierdista Bernie Sanders estuvo pisando los talones a Hillary Clinton casi hasta el final y la primera mujer candidata a la presidencia de los Estados Unidos tuvo que esperar un poco más que Trump para conseguir los delegados suficientes. A finales de julio fue nominada oficialmente en la Convención Nacional Demócrata celebrada en Filadelfia.

Hamon, un desconocido sin el respaldo del aparato

El favorito del socialismo francés era Manuel Valls, o eso creía él; el tapado, un tal Benoît Hamon que llegaba a la pugna con unas propuestas mucho más izquierdistas que las de su oponente y que incluso le llevaron a criticar la gestión del presidente Hollande. Y así fue como, en dos vueltas muy disputadas, Hamon consiguió el apoyo de la militancia y salió designado candidato. Pero en eso apareció Macron, que con la excusa de vencer a la ultraderechista Le Pen, consiguió seducir a una buena parte del desvencijado partido Socialista. Para mayor destrozo, el propio Valls anunció públicamente su intención de apoyarle en las elecciones presidenciales. El resultado fue que el candidato socialista obtuvo el peor resultado de la historia del partido obteniendo un vergonzoso quinto puesto, muy por detrás del izquierdista Melenchon al que había intentado parecerse.

Corbyn, un radical en guerra con los diputados laboristas

Algo similar le ha ocurrido a Jeremy Corbyn aunque sin haberse sometido todavía al examen electoral, que llegará en junio. Después de toda una vida de militancia callejera, Corbyn aterrizó en la parte noble del laborismo británico, en septiembre de 2015, con el apoyo del 60 por ciento de los militantes y el manifiesto escepticismo del aparato del partido. Para este, sus tendencias izquierdistas suponían un giro demasiado brusco que les alejaría de la ansiada victoria electoral. Corbyn incluso tuvo que sofocar una rebelión de sus propios diputados en la Cámara de los Comunes, que plantearon una cuestión de desconfianza hacia el líder.

Fue la militancia la que tuvo que decidir después, y optó de nuevo por apoyar a Corbyn. Pese a la oposición del 80 por ciento de los diputados, en las elecciones internas  celebradas en septiembre del año pasado no solo revalidó su mandato sino que, con casi un 62 por ciento, superó el porcentaje de apoyo obtenido un año antes. Incuestionable para la militancia, inviable según el aparato, Corbyn continúa siendo la gran sorpresa de las primarias laboristas.

Schulz, elegido sin proceso de primarias

El ex presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, fue elegido a primeros de año líder del Partido Social Demócrata Alemán, SPD, en un proceso interno llevado a cabo por la Ejecutiva de la formación. Fue por unanimidad y sin primarias, aunque la decisión contó con el respaldo democrático de la militancia al ser avalada en marzo por el 64 por ciento de  la misma. Sin embargo, a la vista de los malos resultados que el SPD ha cosechado últimamente en las elecciones regionales, es posible que esa decisión tan meditada y respaldada no haya sido la mejor para el partido.