A tres días de las elecciones, un pequeño atentado terrorista ha conseguido algo que habría sido inaudito hace algunos años: dar un giro completo a la dinámica electoral de una de las democracias más asentadas del mundo. De pensar en el paro, el medio ambiente o el modelo social, una mayoría de franceses han colocado en el centro de su interés el terrorismo y la inmigración e incluso han empezado a cuestionarse la pertenencia del país a la Unión Europea.

Es cierto que en Francia llueve sobre mojado en materia de terrorismo. La sucesión de atentados ha sido imparable desde hace dos años y la sensación de amenaza permanente ha alterado el ánimo de la mayoría de los ciudadanos, pero también es una verdad contrastada que lo ocurrido el jueves pasado ha sido obra de un personaje más vinculado a la delincuencia común que al extremismo yihadista. Aunque muy bien colocado en cuanto al lugar y al momento, ha sido un acto aislado el que ha conseguido que todo el espectro político galo escore un poco más hacia la derecha.

Le Pen y Fillon, ambos de derecha radical, entre los mejor situados

La consecuencia ha sido  que  dos de los candidatos mejor situados en la carrera hacia el Elíseo sean la representante de la extrema derecha, Marine Le Pen, y el de la derecha extrema, François Fillon.

Es probable que ninguno de los dos sea el mejor presidente para los franceses; la primera porque saca provecho del miedo y la desesperación a los que pretende dar respuesta con políticas ultranacionalistas, xenófobas y antieuropeistas; el segundo, porque su proximidad a esas tesis, sumadas a las denuncias por presunta corrupción al conseguir favores para su familia, deberían inhabilitarle para la política.

Sin embargo, en las elecciones de este domingo 23 de abril muchos ciudadanos no buscan un buen presidente, sino a un comandante en jefe duro, una especie de alter ego de Trump y de Putin que les ayude a sentirse más protegidos contra la amenaza terrorista. Muchos se enfrentarán a las urnas con esa idea en la cabeza, seguro, pero quienes al votar pongan su corazón recalentado por encima de una cabeza sensata habrán cometido uno de los errores más graves de su vida.

Un país en alerta permanente desde 2015

Francia se encuentra en estado de alerta terrorista permanente desde noviembre de 2015, cuando una serie de ataques combinados contra restaurantes parisinos y la sala de fiestas Bataclan en pleno concierto causaron 130 muertos y centenares de heridos. Y desde ese momento la carrera de la candidata del Frente Nacional ha ido ganando puntos hasta situarse en primera posición indiscutible de cara a la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

La última semana de campaña ha sido decisiva. El martes la policía detuvo en Marsella a dos hombres que supuestamente planeaban cometer un atentado terrorista de grandes dimensiones. Y dos días después se produjo el ataque contra los policías en los Campos Elíseos, uno de los lugares con mayor proyección internacional de la capital francesa.  En paralelo, Marine Le Pen ha aprovechado la circunstancia para elevar el tono contra la inmigración musulmana y, en consecuencia, añadir un punto al porcentaje de franceses que piensan votarla.

El caso de François Fillon ha sido sorprendente. A pesar de las denuncias que pesan sobre él y de haber perdido inicialmente el apoyo de su propio partido, los sondeos aún le colocan en un buen lugar. Y ello por dos posibles motivos: uno, porque ha ejercido numerosos cargos políticos, entre ellos el de primer ministro; y segundo, porque el año pasado publicó un libro titulado "Vencer al totalitarismo islámico" y poco después venció en las primarias de la hasta entonces derecha moderada con unas propuestas que acercaban peligrosamente a su partido a las tesis del Frente Nacional.

Sería como claudicar ante el terrorismo

Que los dos candidatos mencionados pasaran a la segunda ronda electoral sería una de las grandes sorpresas de la jornada, pero con un empate técnico a cuatro, del que tan solo se encuentra alejado el partido socialista, nadie se atreve a predecir nada. Tan solo queda valorar lo que ello supondría: una claudicación de los franceses ante el desafío del terrorismo yihadista con posibles consecuencias negativas para el resto de Europa. Incluso aunque, como todo hace pensar, Le Pen no consiguiera imponerse en la segunda vuelta del próximo 7 de mayo.

Un reciente análisis de los atentados yihadistas adjudica un 10 por ciento de los mismos a simple delincuencia, otro tanto a la noticia sobre el crimen cometido, y un 80 por ciento a la oleada de exageración que emana del tratamiento político y mediático del suceso.

Esta última parte es la que explota el terrorismo  y la que los franceses deberían neutralizar con algunas de las medidas que sugería un editorial del diario Le Monde: Primero, proteger a los ciudadanos y a las instituciones; segundo, mantener la cohesión de la nación frente a la amenaza terrorista que pretende dividirla y fracturarla; Y tercero, no caer en la trampa del Estado Islámico, al que una victoria del Frente Nacional situaría en el escenario bélico que busca y en el que se encuentra más cómodo. 

Una victoria de la extrema derecha en Francia, además, daría la razón al presidente Trump al valorar el acto terrorista del jueves: "Es algo que nunca termina". La mejor excusa para mantener activos el nacionalismo y la xenofobia.