54.000 millones de dólares es la cifra que Donald Trump tenía pensada para aumentar el ya considerable gasto militar de Estados Unidos. No es difícil dilucidar por qué se decidió que era conveniente avisar de antemano. Al fin y al cabo, una cantidad tan desorbitada de dinero tenía que salir, necesariamente, de hachazos a otros departamentos federales, y tenemos la sensación de que medioambiente, educación y servicios sociales estarían también en la lista negra del presidente.

Trump justificó su decisión aludiendo a una serie de puntos fundamentales, entre los que destacaban la seguridad económica de los veteranos y retirados, la modernización del arsenal nuclear, el incremento de tropas en tierra o incluso la compra de más -y mejores- buques de guerra.

Aquellos que pregonaban el acercamiento de un duro conflicto internacional empiezan a ver cómo el hombre más importante del mundo satisface sus peores deseos.

Donald Trump mueve ficha

El mundo ya tuvo un fin de semana complejo para lidiar con las consecuencias del ataque estadounidense en Siria, pero lo cierto es que nadie era capaz de valorar su pleno alcance. Tan solo unos días después, ‘el tío Sam’ ha querido refrescar nuestra memoria lanzando sobre Afganistán el mayor artefacto no nuclear que posee.

Pero, ¿es realmente Donald Trump una persona devota hacia todo aquello que implique bombardear territorio enemigo? Desde que tomó posesión del cargo, aclaró a qué se refería cuando acusaba la debilidad de Obama con el Estado Islámico: las muertes de civiles en Siria e Iraq.

Dentro de su personalidad siente la necesidad de demostrar que es un “presidente de acción”, que tiene todo el derecho y el poder de actuar si lo cree conveniente. Y, sobre todo, tiene la urgente necesidad de mostrarse inflexible ante el Kremlin. Por supuesto, Estados Unidos no puede dar su brazo a torcer tan facilmente con Rusia.

Lucha contra el Estado Islámico

Pocos minutos después de producirse el ataque sobre Afganistán, Sean Spicer, secretario de prensa de la Casa Blanca, afirmaba que “Estados Unidos toma la lucha contra el Estado Islámico muy en serio”.

Gran parte de la campaña de Donald Trump pasó por enarbolar ante el mundo la bandera de los derechos humanos, la libertad y la democracia, tomando como manifiesto aquello de “América primero”. Lo cierto es que Trump demostró que no tenía demasiado interés en la guerra de Siria, pero sí en el Estado Islámico.

Es aquí entonces donde se encuentra el hueso del asunto. Tenemos por un lado a un presidente que decide actuar de manera unilateral y por sorpresa, y por otro, suficientes recursos con los que hacerlo. El punto negativo-si es encuentran alguno a favor- es que ambas opciones dependen del mismo hombre, capaz de helar al mundo con mover un dedo. Y no es para menos. En menos de una semana lo ha hecho dos veces.