El propio presidente saliente, Rafael Correa, ha querido ver las elecciones del domingo como un test para conocer el apoyo popular a propuestas como la suya en Ecuador o las que representan Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia. Y lo que se ha visto, como en los otros dos países, es que el llamado "populismo de izquierdas" instalado en buena parte de Latinoamérica desde principios de este siglo resiste las embestidas de la derecha tradicional.

No obstante, cada caso tiene sus propias características.

Ecuador

El candidato apoyado por Rafael Correa, de significativo nombre Lenín Moreno, consiguió una clara mayoría en la primera vuelta electoral, pero no le bastó para llegar automáticamente a la presidencia. En esta segunda se ha unido toda la oposición para intentar batirle, pero tampoco lo ha conseguido. En su contra ha pesado una última etapa de Correa plagada de acusaciones de presunta corrupción y ataques a la prensa que han eclipsado sus grandes cualidades como comunicador. Pero el candidato derechista, Guillermo Lasso, tenía más puntos en contra. Lo que más le ha lastrado ha sido su trayectoria como banquero y el mal recuerdo que dejó su participación en el gobierno que "dolarizó" la economía del país y el desastre financiero posterior que condujo a la "expulsión" de más de un millón y medio de ecuatorianos que salieron del país huyendo de la extrema pobreza. 

En cualquier caso, el apoyo popular a Lenín Moreno se basa en las políticas del presidente saliente, lo que Correa llamó la "revolución de los ciudadanos", encaminadas a la lucha contra la pobreza con una mayor inversión estatal en educación, vivienda e infraestructuras. 

Venezuela

A partir del año 2000, Hugo Chávez fue el primero en desarrollar este tipo de iniciativas en una nación sumida en la pobreza extrema. Aunque fue a costa de dividir políticamente el país, en pocos años consiguió revertir la situación y ello, unido a su grandilocuente oratoria multiplicada hasta la saciedad por la televisión venezolana, expandió su mesiánico mensaje por toda América latina.  Con su fallecimiento en 2013 el movimiento bolivariano que inauguró empezó a perder fuerza y la economía del país inició una caída en picado. Aun así, su sucesor Nicolás Maduro ganó las siguientes elecciones presidenciales. Fue su mayor momento de gloria porque, a partir de ese momento, el país cayó presa de la inflación, de una nefasta gestión económica y de una deriva hacia la autocracia cuya peor cara es la existencia de presos políticos.  Una de las consecuencias de este cúmulo de desastres fue una contundente victoria de la oposición en las legislativas de 2015. 

La decadencia del chavismo ha sido notoria desde entonces, pero el colmo de la situación llegó el pasado viernes, cuando el Tribunal Supremo, dominado por el Gobierno de Maduro, anuló los poderes de la Asamblea Nacional. Fue una maniobra a la desesperada, pero tan grave y tan criticada en todo el mundo que el propio ejecutivo dio marcha atrás al día siguiente. Si no surgen problemas antes, las elecciones presidenciales del año próximo pueden suponer el fin definitivo del chavismo.

Bolivia

Con un discurso basado en el de Chávez, Evo Morales irrumpió con fuerza en la escena política boliviana en 2006. Misma situación que en Venezuela y Ecuador  e idénticas recetas: drásticas medidas de apoyo a las clases más populares que conllevan el apoyo incondicional de los desfavorecidos a los dirigentes que las promueven. Lo cierto es que Evo Morales ha ido ganando elección tras elección desde entonces, aunque con una mancha en tan democrática trayectoria, la introducción de triquiñuelas que le permitieron presentarse a un tercer mandato en 2014 pese a estar prohibido por la Constitución. Para modificar la norma y poder presentarse en 2019 convocó un referéndum en 2016,  que perdió al ponerse en su contra el 51,3 por ciento de la población. A pesar de todo, el Movimiento al Socialismo le mantiene como candidato para las próximas presidenciales. Lo que ocurra de aquí a entonces marcará el rumbo del populismo en Bolivia. 

De ese "arco izquierdista" que ha dominado América Latina en los últimos años salieron recientemente Brasil y Argentina. Aunque con unas connotaciones diferentes, los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Roussef en Brasil, y del matrimonio Kirchner en Argentina, consiguieron un elevado apoyo popular gracias a unas políticas que consiguieron sacar de la pobreza a millones de personas. Tanto por los errores de los políticos como por la fuerte presión de la derecha tradicional, el cambio político experimentado en estos dos países puede terminar llegando pronto a los que todavía mantienen gobiernos "populistas".