Desde que cayó el de Berlín se han levantado en el mundo otros muros no menos vergonzantes, como el que separa a palestinos e israelíes o, sin ir muy lejos, a marroquíes y españoles en Ceuta y Melilla. El peor por ahora, o el más famoso, es el que el presidente Trump planea extender (ya está construido en parte) en su frontera sur para alejar definitivamente a Estados Unidos del país que más mano de obra barata ha aportado a su vecino rico.

Pero no son los únicos. En los últimos años se han erigido una serie de vallas de separación entre ciudadanos. Muros invisibles, pero igual de segregadores. En la última semana han aparecido datos que apuntalan los que se han elevado en la España de Rajoy: