Quizás esté notando que pasan cosas a su alrededor que parecen incomprensibles, desproporcionadas. De pronto una noticia llega tomando unas cañas, estando de tertulia en el parque con los niños, en el trabajo (si tiene), o en la sobremesa familiar de los domingos. Recortes, reformas laborales, subida de las tarifas de electricidad, cárcel para alguien que ha hecho algún comentario en una red social... todo se mezcla en una enorme masa de noticias sobre corrupción y broncas internas en los partidos políticos. Es difícil, salvo que seas un adicto a la información, tener una visión más o menos ordenada de lo que sucede. La actualidad va arrasando y no permite analizar con profundidad ni calma. De eso se trata, del bombardeo continuo que no permite darse cuenta de lo que nos está sucediendo. 

Todos hemos escuchado durante los últimos años la palabra "cambio" por doquier. "Momento de cambio", "formaciones políticas del cambio", "era del cambio"... No solamente en España. Repasando el discurso que ayer dio Trump en su toma de posesión como "presidente del mundo" también lo dijo. Repitió hasta la saciedad que ahora gobierna la gente en Norteamérica, que comienza una nueva era, que todo va a cambiar y que lo que hasta ahora se conocía, ha pasado ya a ser parte de la Historia. Aquí sabemos algo de esos discursos: Podemos, Ciudadanos, PSOE de Pedro Sánchez... cambio, regeneración, nueva etapa, segunda transición... 

Es evidente que el mapa global está modificándose. Las fuerzas internacionales están en pleno proceso de baile de alianzas, Europa se encuentra sumida en una metamorfosis que no sabemos bien por dónde terminará explotando; los conflictos de Oriente Medio nos sacuden cada vez con más virulencia y las respuestas que estamos dando parecen responder más a nuestros propios intereses que a un afán real de aportar soluciones de paz a guerras interminables. 

Queda claro a estas alturas de que el Estado de Bienestar está siendo desmantelado. En Europa lo hemos vivido en los últimos once años: la "excusa" de la crisis, que en verdad ha sido una puñetera estafa para justificar que las clases medias y bajas se verían desprovistas de los servicios por los que pagan, para con sus aportaciones, rescatar a la banca (que se había jugado todo en un casino, incluidas nuestras viviendas y ahorros), llenar cuentas en paraísos fiscales, y salvarle las cuentas a las grandes empresas que se afanaron en desarrollar infraestructuras que no eran necesarias (como nuestras autopistas privadas que, ya en su día fueron criticadas por su falta de planificación y que hoy serán pagadas con nuestros impuestos a pesar de seguir funcionando de la misma manera). Ya está, ya lo han conseguido. Ahora tenemos una sanidad pública desmoronada, una educación pública paupérrima, un sistema de pensiones totalmente irrisorio, y millones de personas que se encuentran por debajo del umbral de la pobreza (en España más de 3 millones de niños están en esta situación). 

Como era de esperar ante semejantes "ajustes", el pueblo se subleva. Ya hablaremos otro día de las vías que se han tomado para conseguir que la indignación contra el sistema haya pasado a canalizarse para formar parte del mismo. Todo muy bien planteado para parecer democráticos y multicolores. Ya está, ya lo han conseguido. Tenían miedo de que quienes ya no tenían más que perder salieran a la calle y comenzasen a provocar altercados. Se ha conseguido calmar la furia e institucionalizarla. Problema para el establisment resuelto. No hay imagen más clara de esta domesticación que la que nos muestra a un sin techo durmiendo en el cajero de un banco. Quizás estemos demasiado acostumbrados a verlo, pero deberíamos pararnos a pensar en toda la carga de contenido que tiene esta situación tan cotidiana en el que llamamos "mundo desarrollado". Un mundo deshumanizado e individualista que ha cambiado a la ciudadanía por la clase consumista. Sí, has leído bien: ya no eres un ciudadano, eres un mero consumidor. 

Y si alguien pudiera tener ganas, fuerzas y tiempo para pensar y quejarse, ahora vienen los recortes a la libertad de expresión. La famosa Ley Mordaza hoy comienza a escupir sus primeras víctimas. Cuidado con criticar al sistema, sea lo que sea que se quiera poner de manifiesto: tenemos un Estado vigilante que pondrá todos sus medios a disposición de la causa. Puedes estar desahuciado, sin empleo, pasando las de Caín. Pero no se te ocurra hacer una crítica más o menos desafortunada en una red social. Tardarán más o menos en encontrarla. Pero cuando den con ello, se presentarán un par de agentes de seguridad a buscarte y te llevarán con ellos detenido. 

A esto se está dedicando ahora la Audiencia Nacional: a revisar las redes sociales de personas más o menos activas en ellas. Concretamente, los comentarios que tengan que ver de alguna manera con bandas terroristas se han pasado a considerar "enaltecimiento del terrorismo" o apoyo de algún tipo, retorciendo al máximo la realidad. Así le ha sucedido a Cesar Montaña, cantante y escritor (Def Con Dos), que escribió una serie de twits hace años, y que se vio metido en una historia rocambolesca. 

La Audiencia Nacional le juzgó y determinó su absolución, por considerar que sus manifestaciones quedaban dentro del ejercicio de su libertad de expresión. Sin embargo, meses después, el Tribunal Supremo decide reabrir la causa, pasándose por el arco de las justicia, la seguridad jurídica que debería dar una sentencia absolutoria. Contra todo pronóstico, desde la perspectiva de un demócrata, se ha dictado una nueva sentencia, esta vez condenatoria. Habla de cárcel e inhabilitación para el ejercicio de cualquier responsabilidad pública durante los próximos años. Vaya, que si se le hubiese pasado por la cabeza hacer política, en los próximos años, no podrá presentarse para ser votado. ¿Por qué? Porque ha dicho cosas que, según el TS están muy feas. Eran chistes sin gracia. Y aquí hay cosas con las que uno no se puede meter. 

Resulta que burlarse de las familias de aquéllos que aún hoy están enterrados en fosas comunes, en cunetas perdidas, eso no tiene importancia. No supone humillación ni justificación de un golpe de estado. Incluso decir, como hizo Pablo Casado, que hablar de estos temas era algo trasnochado porque ya estaban pasados de moda. No era un chiste, lo dijo en serio. Y ningún miembro de la Fiscalía llamó a este señor la atención por la terrible falta de sensibilidad democrática para con las víctimas de los ASESINATOS producidos durante el régimen dictatorial franquista. Eso se puede decir, no hay problema. 

Se puede ir en peregrinación al Valle de los Caídos cada 20 de noviembre. Alzar el brazo. Cantar el cara el sol. Mostrar banderas franquistas. Se puede porque se hace año tras año. Y está prohibido. Pero la Fiscalía no envía por allí a nadie a que se dedique a recordarle a los fascistas que en un país democrático este tipo de prácticas no tienen cabida. Como tampoco la tiene un mausoleo construido para gloria y culto de un dictador, empleando para ello a presos políticos que se dejaron los huesos picando y cavando su propia tumba. El Valle de los Caídos es una broma de mal gusto que ningún juez se atreve a condenar. Eso está muy bien. Claro que si. 

Como también debe ser gracioso el hecho de recibir un twit público como el que yo misma recibí hace unos tres años. Un perfil desconocido, con imágenes de pistolas y distintas armas, me dedicaba este "chiste": "Roja de mierda: cuando te pille te meteré una barra incandescente por el coño. Zorra". Si era una broma no la entendí. Por eso acudí a Comisaría para denunciar. Allí, los agentes de seguridad muy amablemente me dijeron que iba a ser imposible dar con el "simpático" que había escrito eso. Que el anonimato en las redes sociales es lo que tiene. Me preguntaron varias veces antes de interponer la denuncia si estaba segura, si de verdad me parecía amenazante y que, sinceramente, no tenía sentido denunciarlo porque no se haría nada. Y efectivamente, NADA se hizo, a pesar de interponer la denuncia. 

Así las cosas, y hablando desde mi propia experiencia, a este Des Gobierno le parece mucho más preocupante que un personaje público, fácilmente identificable, que tiene una trayectoria conocida durante más de veinte años (como es el caso de Cesar Strawberry) haga comentarios de mal gusto, frente a maldecidos que se dedican a insultar, acosar y amenazar de manera explícita en las redes sociales. Yo nunca obtuve respuesta a mi denuncia y Strawberry, como Madamme Guillotine, han tenido que sentarse en el banquillo para explicar la intención de sus chistes sobre Carrero Blanco. 

Esto podría llamarse "golpe de estado en diferido". Con vaselina. Poquito a poco. País a país. Es la antesala del desbarajuste que vendrá. Léanse el discurso de Trump y analicen los escalofríos que recorrerán su cuerpo: sí, es miedo, porque lo que se avecina no es para menos. 

Permítame que le dé un consejo: pregunte antes de tomarse la vida con humor cuál es el adecuado para soltar una carcajada. No vaya a ser que a usted le de por reírse de lo que no debe. Preste atención: reírse de homosexuales, mujeres, discapacitados, negros, chinos... está bien. De la derecha no. Quizás esta recomendación le sirva para ahorrarse algún disgusto. La solución no está en vetarlos todos, sino en entender que para gustos, colores.