Warsies, trekkies, marvelitas, whovians, batmaníacos… No importa el grupo al que pertenezcas porque este 25 de mayo es tu día. El día del Orgullo Friki. Pero, ¿por qué expresamente esta fecha en concreto? Una respuesta muy sencilla. Porque el 25 de mayo de 1977 se estrenó Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza. Bueno, dio sus primeros pasos como Star Wars a secas, pues nadie se esperaba el éxito que tuvo a posteriori y no se metidaba la idea de hacer más. Además, este 25 de mayo es aún más especial si cabe, pues se cumple el 40 aniversario de la cinta.

Un proyecto que dio más de un quebradero de cabeza a su creador, amado y odiado a partes iguales, pero en eso entraremos después. George Lucas acababa salir de la escuela de cine de California, pero eso no fue óbice para que firmara un contrato con el estudio United Artists. Una compaía, por cierto, fundada entre otros por Charles Chaplin.

El por entonces joven - pero no imberbe – Lucas rubricó el acuerdo por dos películas. La primera de ellas fue la que sería su segundo largometraje tras THX 1138 – que lo rodó con la productora American Zoetrope -: American Graffiti. No obstante, la segunda cinta nunca llegaría a rodarla con ellos, o al menos no como tenía preconcebido inicialmente, pues al estudio no le agradaba – por no especificar más – la idea inicial que tenía nuestro amigo George, incluso agentes externos tampoco se lo permitieron.

Flash Gordon y ‘El Padrino’ Coppola

¿Qué agentes? Los herederos de Alex Raymond. Y alguno se preguntará, ¿quién es Alex Raymond? El creador de Flash Gordon, uno de los referentes del género space opera y la ciencia ficción de la primera mitad del siglo XX.

Claro que igual llueve sobre mojada y os seguís preguntando qué es Flash Gordon. Un personaje rubio, jugador de fútbol americano, que debía luchar contra el malvado emperador Ming.

Tras la negativa de los herederos de Raymond, Lucas no dejó que su sueño se truncara y persistió. “Crearé mi propio Flash Gordon”, afirmó según relata uno de los mejores amigos – y padrino artístico - de Lucas, nada más y nada menos que Francis Ford Coppola. Y henos aquí, a las puertas del nacimiento de un proyecto que, pese a atravesar mil y un vaivenes, se convertiría en casi una religión.

Los primeros borradores

Lucas no dejó de intentar ‘colar’ su película y siguió escribiendo y reescribiendo su guion. Una historia que aún estaba en pañales y que jamás reconoceríamos si se tuviera acceso a esos libretos. El diario de los Whills sería el título de estos primeros bosquejos de su quijotesco planteamiento, con un tal CJ Thorpe como protagonista y contando con la compañía de su maestro Maxe Windy. Esta pareja conformaría el comando Jedi-Bendu. La idea tomaba forma con nombres que, con el transcurso de los años, serían universalmente conocidos.

Pero claro, a United Artists no le convencía y Lucas volvió a reorganizar ideas. Tampoco contó con el apoyo de sus amigos, quienes le decían que no era una idea absurda. Entretanto, el realizador descubrió dos obras que le ayudaron a asentar conceptos frágiles de su narración: El Señor de los anillos y El héroe de las mil caras de Joseph Campbell. Este último aborda el tema del viaje del héroe – o monomito -. Se trata de un patrón narrativo que se encuentra en infinidad de leyendas y mitos a lo largo de la historia de la humanidad.

Un héroe inesperado

Una vez leídos estos ejemplares, Lucas volvió a su relato para fortalecerlo con las nuevas ideas aprendidas. Pero, sin éxito y eso que el libreto ya contaba con la aparición de la Estrella de la Muerte o los maquiavélicos señores oscuros del Sith. United Artists lo volvió a rechazar y Disney alegó que era un proyecto muy caro – años después compraría los derechos de su saga por una millonada -. Lucas, hundido, vio como un ejecutivo - que se disfrazó de Luke Skywalker por un día - de Twentieth Century Fox se interesaba por su historia: Alan Ladd Jr – hijo del actor que lleva el mismo nombre -.

La historia del cine y, sobre todo, los centenares de millones de fans que tiene Star Wars alrededor del mundo, deben agradecerle a Ladd su momento de lucidez. El presupuesto de la cinta ascendería a 8 millones de dólares, aunque se añadirían 2 ‘kilos’ más por ciertos imprevistos. El contrato que Fox le ofrecía a Lucas era, a priori, irrisorio: 151.079 dólares por el guion y la dirección y se quedaría con los beneficios de lo que ahora se conoce como merchandising. Hay que subrayar el “ahora” anterior, pues en aquella época este mercado aún no habría explotado. De hecho, podría decirse que fue el propio Lucas el que lo ‘inventó’.

De esta manera, comenzaba la andadura de Star Wars o, como la conoceríamos posteriormente: Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza. Poco presupuesto, rostros apenas conocidos y sin mucho predicamento crítico – salvo sir Alec Guinnes y Peter Cushing – y una historia que requeriría una vuelta de tuerca en el ámbito de los efectos especiales. Otra vez Lucas volvió a salirse con la suya y revolucionó este campo.

Una producción y postproducción muy engorrosa que culminó el 25 de mayo de 1977 con la proyección de la cinta ante un público exigente que acabó más que encantado con el filme. Y así es como un joven soñador californiano gestó una de las mayores historias jamás contadas a través de una pantalla de cine.