Durante la secuencia de los títulos de crédito iniciales de Guardianes de la galaxia Vol. 2, mediante un plano secuencia, la cámara sigue a Groot, ahora en foma de bebé convertido en la nueva entrega en el personaje que parece acaparar toda la atención hasta llegar, incluso, a resultar algo cargante. Siguiendo con la secuencia, vemos a Groot bailar al ritmo de Mr. Blue Sky de E.L.O., mientras sus compañeros luchan contra un monstruo espacial en segundo plano. En ese plano secuencia se explica gran parte de la esencia de esta segunda parte que toma de manera tan clara, como casi grosera, el modelo de la primera para tan solo introducir un mayor desarrollo en los personajes, en especial de Quill (Chris Patt) en relación a su reencontrado padre, Ego (Kurt Russell), así como con Yondu (Michael Rooker), y, en menor medida, de Gamora (Zoe Saldana) y su hermana Nebula (Karen Gillan), en un intento de crear para ellos una dimensión personal, casi íntima, dentro de los contornos del relato de Marvel para la pantalla.

A este respecto, Guardianes de la galaxia Vol. 2, sigue la pretensión o ambición, a veces desesperada y forzada, de dotar a las películas de la Marvel –o de la DC- de una cierta profundidad que revela en determinados momentos un sorprendente sentimiento de complejo asentado en la necesidad de dotar a sus espectáculos visuales de una hondura que, por regla general, y por seguir unas plantillas estructurales cada vez más claras, no hacen más que mermar considerablemente el desarrollo de la acción que, a la larga, es el sentido casi único del espectáculo. Y no pasa nada. El resto una elaboración argumental más o menos razonable en el que, una vez más, los problemas familiares, porque no debe haber otros, acaban siendo vehículo para el conflicto, el cual, apenas aporta nada más que un sentido de rémora narrativa que hace mirar el reloj y esperar al clímax final. Y nada más.

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Regresando a esa secuencia inicial, en primer plano, se desarrolla el baile del personaje llamado a ser el emotivo, el gracioso, de la película, mientras que en un segundo plano queda una secuencia de acción cuyo desarrollo el espectador tan solo percibe de fondo. Por supuesto, es un momento aislado, un breve gag, que tan solo evidencia la importancia de Groot a lo largo de la película. Pero queda en un primer momento la sensación de que James Gunn persigue con ello establecer un acercamiento diferente en la secuela, algo que al final se ocupará de contradecir a lo largo de su más que excesiva duración más de dos horas.

Con Guardianes de la galaxia Vol. 2 han intentado dotar a la película de un sentido real de secuela, esto es, tomar algunos elementos expuestos en la primera entrega para desarrollarlos más allá del planteamiento inicial, dotando a la historia, además, de un componente humano que, en teoría, era una de las ideas que se aplaudieron de aquella. Sin embargo, en esta ocasión, y sobre todo en su tramo intermedio, la película de Gunn resulta morosa en su desarrollo hasta niveles cercanos al aburrimiento en ese intento de la Marvel de detener la acción para introducir ese pretendida hondura de la acaba careciendo. La obsesión por recurrir a cuestiones familiares, sean cuales sean los lazos, para, al final, certificar que los propios guardianes son una familia, no aporta el pretendido discurso de identidad, sino simplemente un relleno para una película que tiene sus mejore momentos, que no son muchos, en algunas de sus secuencias de acción, aunque este caso transmiten la sensación de un trabajo rutinario, anodino, casi funcional:  el modelo funcionó una vez y la mimetización fílmica de la primera entrega parece, así, justificada. Y, de cara a taquilla, no se puede negar, lo hará.

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Guardianes de la galaxia Vol. 2 puede suponer un entretenimiento más o menos llevadero para ciertos espectadores, pero no propone absolutamente nada nuevo. Si bien no consideramos a la primera demasiado mejor, al menos poseía cierta frescura dentro del proyecto Marvel y un trabajo con el sentido de space opera que puede justificar las pasiones que despertó entre gran parte del público a través de elementos presentes en su secuela pero en un sentido ya excesivo, acumulando canciones y chistes que funcionan de modo aislado pero sin ser suficiente como para conseguir que la película tengo algo más de entereza. Y, de hecho, a pesar de que pueda dar la impresión contraria, en esta ocasión, además, se toma mucho más en serio que su predecesora.