Aftermath es el título original de Una historia de venganza, que aunque descriptivo de lo planteado en la película no posee el sentido del original, que se puede traducir como ‘secuelas’. Porque tan importante como la cuestión vengativa del relato, aunque en realidad no sea la fuerza que vehicula la historia, lo es la exposición, a través de los dos personajes, de las secuelas de un desastre aéreo.

Porque Una historia de venganza, aunque presentado como un thriller, en realidad, es un drama psicológico alrededor de Roman (Arnold Schwarzenegger), trabajador de la construcción de origen europeo que va a recibir al aeropuerto a su mujer y a su hija, quien espera el primer nieto de la familia. Pero por un fallo el avión en el que viajan colisionará en el aire con otro. Jake (Scott McNairy), el controlador aéreo al cargo, será aparentemente el responsable de la tragedia y, después, la cabeza de turco de unas aerolíneas que no están dispuestas a aceptar responsabilidades. Ambos hombres, cada uno por un motivo diferente, tendrán esas secuelas psicológicas que son la base de un relato que si bien tiene su consecución en la venganza, así como en su elocuente y sombrío final, lo cierto es que el gran interés de la película reside tanto en el desarrollo de los personajes como en la manera en la que su director, Elliott Lester, construye unas imágenes que son tanto contexto de los sucesos como extrapolación visual de unas emociones, de unos sentimientos.

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Una historia de venganza, cuyo guion firma Javier Gullón, no en vano encargado del libreto de Enemy, de Denis Villeneuve a partir de la novela de José Saramago, tiene a su vez un elemento de gran interés en la figura de Schwarzenegger, en tanto a que si bien puede confundir a la hora de acercarse a la película, lo cierto es que el actor revierte su propia imagen y construye un personaje en la que no hay atisbo alguno de heroicidad ni de épica, y sí de decadencia. Resulta llamativa la imagen, aunque circunstancial dentro de la trama, del desnudo posterior del actor y la exposición de un cuerpo que, aunque todavía musculado, denota una cierta vejez que, a su vez, se hace notar a lo largo de la película en su rostro y en sus movimientos. Una decadencia que tiene tanto que ver con lo que representa el actor para cualquier espectador como el perfecto vehículo para el personaje de Roman, quien tras perder a su familia siente como su vida se derrumba, con unas secuelas internas que tienen, además del dolor, la raíz de no conseguir que nadie, absolutamente nadie, sea capaz de disculparse y dar explicaciones de lo sucedido.

Lester narra todos los sucesos alrededor de Roman y Jake, quien también pierde todo debido al sentimiento de culpa sobre su posible intervención en la tragedia aérea, mediante un trabajo visual apoyado en una magnífica fotografía, a cargo de Pieter Vermeer que revela pesadumbre y tristeza en unas imágenes que, además, vienen acompañadas de la música de Mark Todd, casi imperceptible pero que va creando una atmósfera agobiante y perturbadora. Así, música e imagen dan forma a una puesta en escena muy medida en cada plano y que parte de una estructuración narrativa fragmentada –que tiene su cénit en la magnífica elipsis que da constancia del paso de diez años- que busca crear un relato más emocional que simplemente narrativo, en el que cada conversación revela un momento, unas emociones, para conducir la historia a una imagen final cortante y abrupta que deja un sensación inquietante. Una historia de venganza parte de una distancia con respecto a todo lo que muestra no tanto por ser una película fría, que lo es, como para dejar que los personajes respiren, a pesar de que los planos, curiosamente, apenas dejan lugar para ello.

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En definitiva, una película que resulta mucho mejor de lo que a primera vista pueda dar a entender, que quizá se juzgue previamente dada la presencia de Schwarzenegger, la cual, por otro lado, por lo que aporta al personaje y por lo que puede sugerir en relación a su carrera, resulta un gran acierto y recuerda, salvando algunas distancias, a lo que intentó en Maggie. La búsqueda de un nuevo espacio interpretativo que en el caso de Una historia de venganza aparece en la forma de un hombre que poco a poco va perdiendo la cabeza para, al final, acabar tomando el camino de la venganza. Itinerario que Schwarzenegger transitó en el pasado en otras ficciones cinematográficas, pero que en esta ocasión lo hace de una manera muy diferente en una película que, a pesar de la pesadumbre que transmite, merece mucho la pena.