A estas alturas decir que Dr. Strange (Doctor Extraño) está construida siguiendo en muchos aspectos ‘el modelo Marvel’ establecido a lo largo de todo el proyecto durante sus dos primeras fases –la película de Derrickson es la segunda de la tercera fase- quizá es ya casi innecesario. Lo extraño, realmente, sería que las claras constricciones de producción se rompieran completamente para que en algún momento apareciese una entrega sin condicionamientos previos en el que los guionistas y director elegidos tuvieran potestad absoluta. Con esto no queremos decir que se deba obviar ese condicionante, al fin y al cabo, esas limitaciones a una ‘plantilla’ están produciendo ya una sensación de repetición dado que ahogan muchas de las posibilidades que se perciben en sus películas. No obstante, en el caso de Dr. Strange (Doctor Extraño), paradójicamente, esas imposiciones acaban operando en su beneficio desde cierto punto de vista.

Al igual que viene sucediendo con anteriores entregas, en Dr. Strange (Doctor Extraño) persiste la percepción –y no solamente por los ya insoslayables dos ‘finales’ que anticipan futuras películas- de estar ante una pieza más de un conjunto, pero nunca ante una obra cerrada en sí misma. Idea de serialización que se comprende desde su naturaleza de adaptación de los comic, también, evidentemente, desde una comercial, pero que, añadido a lo señalado sobre su adecuación a una plantilla estructural, da como resultado una película a modo de work in progress, con interés, y mucho, por lo que expone y desarrolla, pero siempre mostrándose más interesada en ir planteado cuestiones para el futuro que en crear una película con sentido cerrado aunque pueda, a priori, dar esa impresión. Problemas que Dr. Strange (Doctor Extraño) presenta y que, en verdad, son idiosincrásicos de casi todas las películas Marvel, pero que no evitan que Derrickson haya entregado una película con mucho interés.

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Dr. Strange (Doctor Extraño), como primera entrega sobre el personaje, obedece a la construcción del superhéroe, en este caso, del proceso personal del neurocirujano Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), quien tras un accidente que deja sus manos incapacitadas para seguir trabajando, viajará a Katmandú en busca de una cura. Ególatra y megalómano, hombre de ciencia, el doctor pronto descubrirá un mundo de magia que contraviene todo lo que hasta ese momento había considerado como inamovible. De hecho, el itinerario que marca la película no se alejada demasiado de cierta tendencia pseudo-mística de los últimos años que tiene puesta la mirada en el mundo oriental como salida a la crisis del occidental. En relación con otros personajes Marvel, su desarrollo es aquel que va del ‘yo’ al ‘nosotros’, entender que, como sin tapujos expresa ‘La anciana’ (Tilda Swinton), por si no había quedado claro, lo que realmente importa es lo que pueda hacerse por los demás, no por uno mismo. A este respecto, quizá sea, hasta la fecha, la mejor película Marvel, aunque sin demasiada sutiliza, en marcar una relación muy directa con nuestro presente, en asociarse con cierta sensibilidad contemporánea que representa el doctor. Esa lucha interna entre su ego y la necesidad de ir transfigurándose en una figura que atienda a problemas que van más allá de los suyos, es, evidentemente, una de las bases de las adaptaciones Marvel, siempre en busca de introducir a sus personajes en nuestra realidad.

Y ahí encontramos el que sea quizá uno de los elementos más interesantes de la película de Derrickson. Las adaptaciones Marvel han optado por romper los límites entre realidad y ficción, esto es, crear una realidad fílmica en la que la representación de lo real y la introducción de superhéroes sea, en pantalla, posible, si bien, sin llegar al hiperrealismo de la DC/Warner, por ejemplo, algo que habla mucho de ambas productoras y de las diferencias, aunque con similitudes, de ambos proyectos. En cualquier caso, Dr. Strange (Doctor Extraño)  sigue esa línea pero con una marcada desviación en tanto a que, por la naturaleza de la historia, la película enfrenta lo conocido como realidad con otras posibles surgidas de ese mundo mágico del que el doctor irá extrayendo sus poderes. Una región más espiritual que contraviene el materialismo actual –y que el doctor representa a la perfección- y que sirve como defensa para evitar que, elementos malignos de otros universos, lleguen al nuestro. Sin duda alguna, y en comparación con otros personajes, en el caso del Doctor Extraño hay una dualidad enfatizada dentro de la ficción entre esos dos universos que sirven a Derrickson para crear unas imágenes que si bien diferencian ambos aspectos, es decir, dejan claro cuál es cuál y qué clase de reglas rigen cada uno, también consigue el integrarlos perfectamente. Hacer posible la fantasía en pantalla de una manera coherente y convincente, tan solo roto con algunos momentos que exigía, producción manda, una mayor espectacularidad de las imágenes. No se debe olvidar que algunas películas de Derrickson, como El exorcismo de Emily Rose, Sinister o Líbranos del mal, desde diferentes perspectivas, ya hablaban de lo fantástico en su coexistencia o manifestación en la realidad.

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Ya en sus primeras imágenes, vemos en Dr. Strange (Doctor Extraño) cómo la realidad puede subvertida, cambiada, mediante la manipulación de la materia y el tiempo. Las imágenes de las calles y ciudades doblándose al antojo de los hechiceros, recordarán, es inevitable, a Origen, de Christopher Nolan, pero mientras en ésta aquello sucedía dentro de un mundo onírico en el que todo era posible gracias a esa condición surreal, sin embargo, en Dr. Strange (Doctor Extraño) Derrickson ha creado una posibilidad alterna a la realidad, en perfecta convivencia. En realidad, la película, más allá del mero entretenimiento Marvel, plantea una mirada sobre la percepción cerrada y en exceso materialista de nuestra sociedad, sobre el cerrajón mental que, como el Doctor Strange, conduce a la asimilación de una forma, única y cerrada, de ver y de concebir la realidad. Las imágenes de Derrickson, en la medida de lo posible, buscan esa dualidad en la que la fantasía tiene un lugar preeminente, logrando con ello, insuflar de aire al proyecto Marvel, porque si bien hay una clara estética que relaciona sus imágenes con el resto de entregas, también lo es que el cineasta asoma en muchos momentos de la película. Sin olvidar que, posiblemente, se trata de la única película del proyecto en el que, al final, no existe un enfrentamiento en los términos que cabría esperar, sino que Derrickson pone en marcha un desenlace en el que el doctor hace uso de su inteligencia, de su razón, para vencer a una figura fantástica. Y ahí, en esa conjunción, en unas secuencias exentas de épica, se encuentra gran parte de la esencia no solo de Dr. Strange (Doctor Extraño), sino también del intento de la Marvel de crear una realidad cinematográfica en la que conviva lo posible con lo imposible, lo real con lo fantástico. Pero, ese intento, una vez más, ha quedado mediado y subyugado por unas limitaciones que, como decíamos al comienzo, eran de esperar.