Gastón Acurio no habrá leído a Hegel pero parece que el gigante alemán le inspira cuando afirma que “la cocina no es un fin en sí misma, sino un medio para cosas (hazañas) más importantes”. Tampoco, que sepa, el peruano acudió a un mitin del Felipe González en su época pletórica pero lo calca cuando dice:”los cocineros deben estar comprometidos  y conscientes de su contribución a una sociedad más justa, solidaria y sostenible”. Massimo Bottura no conoció a Gandhi con total seguridad aunque en las siguientes palabras pronunciadas por el afamado cocinero se concentra la esencia del líder indio: la cocina “es cultura, conocimiento, conciencia y sentido de la responsabilidad”. Joan Roca no es un anarquista pero ni Bakunin lo expresaría mejor: “somos gente innovadora y creativa; tenaz, a contracorriente y hasta temeraria”.

Así se explican los cocineros más afamados del mundo, unos señores que, a lo que parece, la lumbre se les ha quedado pequeña y pretenden redimir a nuestra humanidad asustada con las enseñanzas obtenidas de los hervores. Leyendo asombrado sus palabras, uno diría que vienen a  echarse a la humanidad a la espalda cuando la política y los políticos desfallecen y la bondad de los santos ha sido pisoteada por nuestro egoísmo y, luego, devorada por las fauces de los mercados. Es como si pretendieran reponer la cultura en el sitial de honor que la violencia materialista de nuestro tiempo arrojó.

Quien lo diría, desde el fogón a la gran atalaya de las televisiones; desde las salsas sabrosas hasta los mares abiertos de la ventura al encuentro de nuevas conquistas redentoras. Ni siquiera sus primos hermanos de la aguja de oro, que se abren a los sueños y la sublime belleza, llegaron tan lejos. Coco Chanel, por ejemplo, tocó su techo cuando sentenció que quería vestir bien y barato a la gente sencilla, e Ives Saint Laurent bastante tuvo con incorporar el acero en múltiples aleaciones y formas a sus colecciones de pasarela. Givenchi se dedicó a coleccionar emociones y suspiros vistiendo a diosas como Audrey Hepburn y Dior, que aunque llegó a creer que superaría en refinamiento a la corte de Luis XV, sólo se lo confesó a los íntimos.

De insistir en este empeño transformador pronto se acompañarán de millones de palmeros por esos mundos de dios para que les hagan el coro a sus hégiras revolucionarias, como otrora ocurriera con los millares de seguidores de Jean Paul Sartre, el gran animador de los marxismos en la Europa capitalista. También  puede que osen superar en largueza y magia a Gabriel Garcia Márquez, el último gigante de la literatura en español, con la sola espada de la exportación de suculentos menús largos y estrechos, incluso cargados de sabiduría y riesgo.

Para alcanzar estas metas sus propagandistas  les someterán al calvario de subir todos los anapurnas de la fama y asumir las más nobles causas hasta hacerlos competir con las celebrities de Hollywood y los peloteros gigantes de las ligas europeas. Así, Acurio competirá con Brad Pitt y Joan Roca con Sean Penn (claro que todavía no se atreverá a entrevistar a güevones tan descomunales como El Chapo Guzmán).

Si, parece que les están obligando a subir en todos los globos menos en ese que exige estrujarse los sesos hasta conseguir fórmulas que lleven al pueblo llano a probar alguna vez en la vida uno de sus platos. Porque no yerro cuando digo que a todo el mundo nos  gustaría probar todas las delicias del Cam Roca como las que siguen: Pulpito al humo del pimentón de la Vera, Tortilla de Caviar, Cigalas al humo de curry o un Muslito de pollo con gambas. Y de postre Albaricoque caramelizado

¡Por qué no les decís a vuestros publicistas, y otros chupópteros, que os dejen tranquilos entre vuestras cacerolas y pinzas de crear, en esas estancias que huelen a música de Bach y saben a trino de los arroyos!