“La belleza salvará al mundo” decía el personaje de Hipólito en uno de los pináculos de la literatura universal; “El Idiota” escrito por Fiódor Dostoyevski. En este sentido, la motivación por crear cosas bellas nos lleva a concebir elementos que hagan de este un mundo mejor. Esta máxima se puede aplicar incluso a la arquitectura, tal como demuestra un reciente estudio publicado por la revista Nature.

Según esta investigación, la presencia de arquitectura considerada como bella tiene el mismo efecto que el contacto con la naturaleza, ya que ambas tienen la capacidad de mejorar nuestra felicidad y salud. Estos resultados se desprenden después de analizar las 1,5 millones opiniones sobre el nivel de belleza de 212.000 fotografías de Gran Bretaña.

Por este motivo, una de las maneras que están utilizando los arquitectos para crear edificios con mayor belleza son los muros verdes y las azoteas jardín. Pero esta nueva práctica no se limita a la parte estética, sino que tal como indican en la web especializada en urbanismo Urban Hub: “algunos visionarios están desarrollando, literalmente, una nueva capa en la vida urbana: una red interconectada de parques, granjas y espacios sociales en azoteas”.

Pero al fin y al cabo, integrar la naturaleza en nuestros edificios no los hace bellos “per se”. La belleza es algo más complejo y no es objetiva, pero no obstante sigue unas pautas generales que tienen que ver con que: “los objetos o lugares puedan descomponerse en geometrías simples que se integren de una forma armónica entre ellas”, tal como afirman en Architect Abroad.

Sin embargo, siguiendo mencionando al artículo anterior, para que un edificio sea bello debería estar en consonancia con su  alrededor: “Las grandes ciudades corrían el riesgo de convertirse en grandes museos donde cada edificio era una pieza significativa, pero sin ninguna relación con los edificios de alrededor. Madrid, Barcelona, Lille o Ámsterdam son ejemplos modernos que muestran que este vaticinio se está cumpliendo”.

Por otra parte, los arquitectos también se percatan de que esta integración va también más allá de la estética y cada vez es mayor la corriente de profesionales que abogan para que sus edificios tengan un impacto positivo o neutro con el medio ambiente. Este tipo de arquitectura llamada sostenible busca minimizar el impacto ambiental diseñando, por ejemplo, edificios de energía cero que compensan su consumo energético creando una cantidad igual o mayor de energía limpia para después devolverla a la red.

Este objetivo de diseñar edificios más sostenibles se está consiguiendo con una combinación de nuevas técnicas arquitectónicas y nuevos materiales junto con tecnologías punteras basadas en el Big Data para controlar desde la temperatura interior hasta el consumo de agua.

Por supuesto, esto no está reñido con la estética, porque por ejemplo, como veíamos con los edificios con muros verdes y jardines en las azoteas de los que hablan en Urban Hub: “Los exteriores con vegetación permiten reducir los costes de energía y emiten un mensaje visible de sostenibilidad”. Al fin y al cabo, los edificios consumen un 40% de la energía del mundo, cualquier cambio en la eficiencia de estos tendrá resultados muy significativos en nuestro planeta, que a su vez repercutirán en nuestra salud. Todo esfuerzo es poco para conseguir un mundo más sostenible, por suerte, tal como nos muestra el documental Energizar nuestro mundo, hay visionarios capaces de aportar propuestas disruptivas que ayuden a nuestro maltrecho medio ambiente.