Los catalanes no necesitamos de un circo para comprobar que nos crecen todo tipo de absurdos de forma casi cotidiana. Con Carles Puigdemont y algunos de sus acólitos tenemos suficiente. La  penúltima genialidad del president, antes del susto del  supuesto aviso  de la CIA del atentado en las Ramblas que, al parecer, fue descartado por los servicios de la conselleria de Interior al dudar de su fiabilidad, ha sido la reivindicación de un ejército para la futura república catalana.

La apuesta de Puigdemont ha sido inequívoca. Considera que una futura Catalunya independiente necesita un ejército propio. Una tesis que no es nueva. Su partido, el PDeCAT, la antigua Convergència reciclada, así lo lleva planteando hace meses. En los mismos términos se expresó su antecesor el también convergente Artur Mas.

 Ahora, Puigdemont ha defendido la necesidad de mantener una política de Defensa propia, de luchar contra la amenaza yihadista y de realizar un gran esfuerzo en inteligencia militar y en recursos, a fin de estar a la altura de las guerras modernas.

El primer paso sería reimplantar la mili. ¿No?

Es decir, que ante las nuevas generaciones del país independiente que proyecta el Govern, se vislumbra un futuro de instrucción militar, de guardias en garita cubiertos de barretina y de monxetas amb butifarra en el diario rancho. Pero para hacer las cosas bien, el primer paso sería reimplantar la mili. ¿No?

Se entiende que al muy honorable y escarmentado Jordi Pujol se le deben abrir de nuevo  las carnes. No olvidemos  que tuvo a gala, y así lo recoge en sus memorias, que en los pactos del Majestic (1996) que rubricó en compañía de su amigo sobrevenido, José María Aznar, uno de los acuerdos más destacados fue la supresión del denostado servicio militar, autentica losa al cuello de la juventud española. “Otros vendrán que bueno te harán”, debe estar pensando ahora el ex President, declarado en 1984 “Español del Año” por el diario ABC que dirigía Luis María Ansón con gran regocijo de la derechona.

Ajeno a esas posibles reflexiones de Jordi Pujol debe estar Carles Puigdemont. Más bien, puede soñar con un futuro en el que la tropa bese la estelada, aunque se despierte inquieto al oír como su vicepresidente, Oriol Junqueras, apunta que “quizás no tendría sentido que Catalunya tuviera un ejército".