La historia misma de la humanidad es una historia de engaño. La historia la escriben los vencedores, decía Orwell; y “si la historia es escrita por los que ganan, eso significa que al menos hay otra historia, la verdadera”, decía el dramaturgo y director de cine argentino Eduardo Mignogna. Nuestras creencias suelen estar basadas en adoctrinamientos sobre ideas que son falsas y que sustentan al poder y hacen que el mundo siga siendo como es, como ha sido casi siempre.

A partir de cierta edad, si leemos y poseemos espíritu crítico y capacidad de análisis, nos damos cuenta de que buscar la verdad requiere, como paso previo, limpiarse de las telarañas intelectuales sobre las que se sustenta nuestro armazón ideológico. Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no saben leer ni escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender la realidad, decía el periodista y escritor norteamericano Alvin Toffler.

El viernes pasado la Audiencia Provincial de Madrid ha anulado la prohibición de circular al autobús de mensajes tránsfobos que puso en circulación en febrero pasado una organización calificada de ultracatólica. El llamado “autobús del odio” volverá a recorrer las calles de Madrid difundiendo mensajes como “que no te engañen”, “los niños tienen pene”, “las niñas tienen vulva”, “si naces hombre eres hombre”, “si eres mujer seguirás siéndolo”, y otros mensajes intolerantes contra los transexuales. Es un claro ataque a la diversidad, y, sobre todo, a los conflictos de un sector de la población que nace con problemas serios de identidad de género; un sector de seres humanos que sufren enormemente y que llegan a una tasa enorme de suicidios, al 42% en los menores de edad. La incomprensión, el ataque, la intolerancia social forma parte esencial de ese problema humano que se incrementa con el odio y la fobia que promueven estas iniciativas radicales e inclementes.

“Si la historia es escrita por los que ganan, eso significa que al menos hay otra historia, la verdadera”

Una de esas mentiras sobre las que se sustenta la sociedad tal y como está constituida es el monolitismo que promueven y propagan las religiones, alejándonos de la maravillosa diversidad que nos rodea y sobre la que se genera y se expande la vida. Las religiones difunden un único modelo, difunden el estatismo, la unicidad, cuando la realidad es la multilplicidad y la maravillosa biodiversidad que llena el mundo de contrastes y de formas diferentes. Al igual que no todos los pájaros pueden ser amarillos, y los hay verdes, azules, negros, blancos, multicolores, así somos también los seres humanos; por más que las religiones y los que llevan orejeras se empeñen en querer que todos seamos iguales, negando el respeto al prójimo y la tolerancia hacia quien no se amolda a sus rígidos e ilusorios modelos.

Esa intolerancia proviene de una mentira. La moral no emana de la intransigencia ni del odio al diferente, sino justamente de lo contrario, del amor a la vida y a su rica multiplicidad. La moral no es intolerante, ni es liberticida, ni oprime ni niega la libertad. La moral profunda tiene que ver con el respeto, con la comprensión de la vida, con la mente abierta; nada tiene que ver con la exclusión, ni con la visión miope de la vida de quien mira únicamente desde la óptica de sus ideas propias. Sin embargo, los que nos imponen su “moral”, y no gratis, por cierto, se permiten expandir ideas de odio contra las personas que no se someten a su limitadísima manera de entender el mundo.

Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no saben leer ni escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender la realidad

Resulta, por otra parte, muy curioso que expongan esos mensajes tan hiperrealistas, como si fueran expertos en objetivar la realidad. Nos dicen que no nos dejemos engañar, y nos hablan de genitalidad. Cuesta creer tanta contundencia en mostrar una visión tan descarnada y materialista de las cosas cuando la dogmática religiosa es experta en adulterar y desvirtuar la realidad. Cuesta creer tanta “realidad” en aquellos que son expertos en mitificarla. Y cuesta creer que exhorten a los ciudadanos a “no dejarse engañar” cuando en base a lo que llaman “fe” medio planeta vive, intelectual e ideológicamente, manipulado y engañado.

Seguiremos viendo por Madrid los autobuses del odio. Seguiremos sufriendo la intolerancia de quienes parecen negar la vida, aunque dicen defenderla. Seguiremos teniendo que continuar buscando “la verdad” si queremos llegar a ella. La mentira y el engaño seguirán formando parte de nuestras vidas. No hay más que ver, por ejemplo, las respuestas de Rajoy a las preguntas judiciales del caso Gürtel, supuestamente. Que no nos engañen, efectivamente. Que no nos adoctrinen desde la infancia en ideas engañosas ni en visiones erradas del mundo y de la vida. Seguiremos buscando la verdad, aunque sea muy duro encontrarla.