El pasado miércoles, diez de mayo, PACMA presentó en las Cortes Generales, en el Congreso de los Diputados, una propuesta de Ley que unifique los criterios de las 17 leyes autonómicas de protección animal que hay en España. Se trata de la llamada “Ley Cero” (Ley General de Bienestar y Protección para todos los Animales); una Ley que pretende ser la definitiva para proteger a los animales en este país que tanto los maltrata. Posteriormente ha iniciado una campaña de recogida de firmas https://pacma.es/leycero/ que avalen y refuercen el que es el mayor proyecto legal en defensa de los animales en España.

Se llama Ley Cero porque pretende conseguir cero tauromaquia, cero circos, cero sacrificios en perreras y lugares de acogida de animales. Harto difícil es lo cual. Sin embargo, me llena de consuelo y de esperanza que exista una organización española capaz de luchar tanto por los animales, y me llena de esperanza, también, que existan millones de españoles comprometidos con esta cuestión. No todos los españoles son, afortunadamente, cafres y bestias insensibles, por descontado, aunque abundan.

Y es que éste es un país, el nuestro, torturador. Se mire como se mire. La fiesta que han instaurado como nacional es un espectáculo esperpéntico y monstruoso en el que (con palabras del filósofo Jesús Mosterín) unos mequetrefes torturadores y cobardes (porque si fueran valientes se atreverían a tomar consciencia de lo que hacen) se dedican a torturar a un bóvido pacífico (digan lo que digan) y que no se puede defender, digan lo que digan; y que, como los ajusticiados por defender la democracia y la libertad en el franquismo, tienen asignada, sin escapatoria, su fecha de ejecución, previa tortura y agonía, que somos adictos, en este país de dios, al dolor y al valle de lágrimas. Por eso, que no quede.

Pero eso no es lo más terrible. Lo más terrible es que ese circo siniestro de crueldad y de sangre es aplaudido por una turba de dementes insensibles que ríen y se divierten con el sufrimiento del prójimo. Sí, dementes, porque, como decía Ken Wilber, la locura es inconsciencia. Y sí, del prójimo. Porque un animal con columna vertebral y con sistema nervioso central es prácticamente lo mismo que un humano. Al menos sienten exactamente igual. “No me importa si un animal es capaz de razonar. Sólo sé que es capaz de sufrir. Y sólo por eso le considero mi prójimo”, decía el filósofo alemán Albert Shweitzer.

Este país y el mundo entero marcharía mucho mejor si buena parte de los políticos que nos rodean fueran bóvidos inocentes

Algunos dicen que los animales no piensan. Ya quisieran algunos pensar como los bóvidos, o incluso como los escorpiones. Porque un escorpión sólo hace daño para defenderse. No es ése el caso de muchos humanos. Que se lo cuenten a muchos franquistas, o, sin ir más lejos, que se lo cuenten a los neoliberales, que tanto monta. Este país y el mundo entero marcharía mucho mejor si buena parte de los políticos que nos rodean fueran bóvidos inocentes, o, repito, incluso escorpiones. Es preferible tener gobernantes que se dediquen a pacer plácidamente, o simplemente a tomar el sol. Tendríamos mucho ganado. Porque ni los bóvidos ni los escorpiones roban, ni tampoco mienten como bellacos.

Afortunadamente, sin embargo, en este país existen millones de seres humanos sensibles o, cuanto menos, decentes; seres humanos compasivos y mínimamente solidarios que entienden que los tiempos de los sacrificios bíblicos en loor de dioses o santos, de salvajadas, torturas y esperpentos sanguinarios mil deberían de haber pasado a la historia hace muchísimo tiempo; porque sencillamente son incompatibles con una sociedad decente y mínimamente evolucionada. Casi un millón de personas, por ejemplo, se manifestaron en Madrid el pasado día trece contra las corridas de toros de San Isidro, con el lema “La tauromaquia es violencia y tú la puedes parar”. ¿Hasta cuándo van a ignorar a esa parte importante de la población en España que aborrece de lo que llaman tauromaquia?

Proteger a los seres inocentes que nos dan todo a cambio de torturas y maltratos es un deber de todas las personas decentes, sensibles y con un poco de corazón. Cuesta creer y es vergonzoso, por otro lado, que, como dijo Voltaire, los que se llevan fortunas incalculables del Estado, es decir, del dinero de todos por vendernos su moral no eleven jamás su voz a favor de los animales. ¿Dónde está esa moral que tanto se utiliza como señuelo? Aunque, por descontado, es lo lógico, porque la doctrina antropocéntrica del cristianismo, ésa que se supone que es el paradigma de la bondad, es la raíz primigenia del maltrato animal. Y, sin embargo, como dijo Milan Kundera, (…) la verdadera bondad del hombre sólo se manifiesta ante los seres más indefensos. La verdadera prueba de la moral humana, la más honda, radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan todas las demás”. Al menos, tomemos consciencia.