Al conjunto de la ciudadanía catalana, y de una manera muy especial a los centenares y centenares de miles de electores que, durante más de un cuarto de siglo y una y otra vez confiaron políticamente en Jordi Pujol y le dieron sus votos, parecía que a estas alturas ya nada o casi nada les podía llegar a extrañar, sorprender o escandalizar sobre las prácticas económico-financieras corruptas de la familia Pujol-Ferrusola. No obstante, la reciente filtración de una breve nota manuscrita firmada por la matriarca del clan, Marta Ferrusola Lladós, ha superado con creces todo lo imaginable.

Más allá de las numerosas faltas ortográficas que se suceden en un texto por otra parte tan breve, lo que más mueve al escándalo es, al menos a mi modo de ver, la desvergüenza y la evidente inmoralidad que las pocas palabras de este texto revelan, así como la tremenda cutrez del lenguaje empleado en el mismo, a la manera de la Mafia, a modo de absurdo e inútil intento de tapadera de una ilegal operación de evasión fiscal y blanqueo de dinero.

No deja de ser muy significativo que una mujer –sí, aquella misma mujer a la que masas enfervorizadas de seguidores acogían al grito de “això és una dona!”- que se puso a ella misma, a su esposo, a todos sus hijos y a su familia al completo como ejemplo público de familia moralmente intachable y de cumplimiento religioso estricto, recurriese para ocultar algunos de sus cada vez más obvios trapicheos delictivos a autoproclamarse “la madre superiora de la Congregación”, a referirse a “dos misales” en alusión a dos millones, a citar “mi biblioteca” en lugar de hablar de su cuenta corriente andorrana opaca, a aludir a “la biblioteca del capellán de la parroquia” como referencia al fondo bancario también opaco su hijo primogénito y a acabar instando al banquero andorrano que sería el mentado “capellán de la parroquia” quien le indicaría dónde debía “colocar” aquella cantidad de dinero.

Dios, Patria y Familia han sido siempre los grandes referentes que todos los miembros de la familia Pujol-Ferrusola han citado desde hace años. El patriarca inició su andadura política clandestina en una formación denominada “CC”, que según unos era “Crist-Catalunya” y según otros representaba “Cristians Catalans”, y tanto él mismo como su esposa y todos sus hijos se han proclamado en todo momento fieles católicos cumplidores, y antes, durante y después de su tan prolongado mandato presidencial Pujol dio constantes lecciones de moralidad.

No obstante, ya en julio de 1999 yo mismo publicaba en el semanario El Siglo un reportaje titulado “Marta Ferrusola: La patria, la familia, los negocios”, y en febrero de 2002 también yo publicaba en el diario “El País” un artículo titulado “El rey desnudo”, refiriéndome al entonces todavía presidente Jordi Pujol.

Hasta ahora conocíamos ya de sobras hasta qué punto los miembros de la familia Pujol-Ferrusola se habían servido de la Patria para enriquecerse, mediante su patrimonialización exclusiva, excluyente y, a la vista está, muy interesada de Cataluña. Ahora también sabemos que se han servido de forma torticera y grotesca del lenguaje religioso, a la manera de vergonzosa y vergonzante tapadera de sus actuaciones económico-financieras delictivas. Solo les queda ya la Familia. La suya, únicamente la suya. Esa misma “Familia” a la que la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) –sí, aquella a la que el patriarca se refería diciendo aquello de “¿qué coño es la UDEF?”- escribe así, con una mayúscula inicial, definiéndola como “organización criminal”. Sí, como la Mafia. Esto es, la “Cosa Nostra”. O la “Casa Nostra”.