Conozco personalmente muy bien a Lluís Llach. No solo he escrito y hablado mucho sobre su obra y él en infinidad de crónicas, críticas, entrevistas y libros, e incluso en los textos de presentación de alguno de sus discos y conciertos, sino que le seguí en algunos de sus viajes en Francia, Italia y Portugal, cuando la dictadura franquista le prohibía cantar en nuestro país, al igual que a otros cantautores, en especial catalanes –Raimon, Joan Manuel Serrat…- pero no solo catalanes –Paco Ibáñez, Ana Belén, Víctor Manuel... 

Sigo apreciando gran parte de la obra de Lluís Llach como cantautor y es obvio que respeto su particular opción política secesionista, aunque ello le ha llevado a formar parte de una coalición electoral y de un mismo grupo parlamentario con gente a la que siempre había criticado y denunciado, como la antigua CDC de Jordi Pujol. A pesar de esta evidente incoherencia política, inexplicable al menos para muchos de los que sabemos de su antipujolismo visceral, agradezco profundamente a Lluís Llach la sinceridad y la franqueza con que ha hablado respecto a las intenciones últimas del tan traído y llevado “proceso de transición nacional”. 

El ejemplar rigor periodístico de un profesional como Cristian Segura en “El País”, que dio a conocer algunas intervenciones públicas de Lluís Llach en actos públicos organizados por la autoproclamada “Assemblea Nacional Catalana”, nos ha permitido conocer sin ambages las amenazas que los sectores secesionistas formulan no solo a todo el funcionariado público catalán sino al conjunto de la ciudadanía catalana. Más allá incluso de las soflamas del ahora ya exjuez y exsenador Santiago Vidal, el excantautor pero por ahora diputado Lluís Llach se ha atrevido a dar una vuelta de tuerca más al verbalizar en público la parte oscura de una “hoja de ruta” que poco o nada tiene que ver con la reiteradamente anunciada como “revuelta de las sonrisas” -a no ser, claro está, que estas supuestas sonrisas en realidad sean las risotadas de las hienas.

Que alguien como Lluís Llach, que con sus canciones luchó contra una dictadura fascista como fue el franquismo, alguien que militó entonces en formaciones de ultraizquierda para pasar a abrazar más tarde unas posiciones pacifistas y libertarias, defienda ahora, desde el secesionismo, la adopción de toda clase de medidas impositivas, coercitivas, coactivas, represivas y de clara amenaza a quienes no estamos dispuestos a saltarnos la legalidad democrática del Estado de derecho, me parece simplemente escandaloso y aterrador.

Pero me satisface la enorme sinceridad de Lluís Llach, su franqueza.

Se las agradezco de verdad, con la misma sinceridad y la misma franqueza. Porque soy un demócrata respetuoso de la legalidad democrática, porque respeto todas las opciones políticas, pero soy y seré siempre radicalmente intolerante con todos los intolerantes. Lo fui durante la larga y cruel noche del franquismo y lo soy también ahora, cuando se me amenaza de nuevo, como ciudadano de Cataluña que soy, con imposiciones, coacciones y censuras. 

Pero lo más grave no son las amenazantes palabras de Lluís Llach sino la ovación, al parecer unánime, con que el excantautor y ahora diputado fue recibido en el Parlamento de Cataluña por todos sus compañeros de Junts pel Sí, que con ello suscribieron en público aquellas amenazas. Muchas gracias también a todos ellos. Han dejado las cosas muy claras. Tal vez demasiado claras.